El maquinazo de un Nobel

Cinco esquinas, de Mario Vargas Llosa

Una novela escrita de oídas en la que no pesa su origen y sí sus aparentes ganas de mostrar lo que perdieron los peruanos al preferir al japonés en lugar de a él mismo.

Fiasco literario.

Fiasco literario.

Cinco esquinas (México: Alfaguara, 2016) es la decimoctava novela de Mario Vargas Llosa y dista mucho de ser una buena novela. El peruano tiene oficio e hilvana una narración que nos mantiene interesados en la trama pero… nada más. Puestos a exagerar, podríamos decir que es un maquinazo. Claro, el maquinazo de un del Nobel, mediana pero con mucho oficio, aunque no cuaja la promesa de sus editores/mercadólogos de que el devaneo lésbico de dos protagonistas desató en Vargas Llosa la novela. Sí, hemos de reconocer que es de los textos donde el erotismo tiene lugar en la literatura y el autor tiene oficio —como es palmario—, además de gusto y maneras para concitar el deseo en sus creaturas y en nosotros. Y aunque la circunstancia no deja de ser inquietante en el terreno social y sabrosa en el imaginario masculino, resulta casi inocua en la trama de la novela.

Buscando destacar el hecho, pudiéramos acitronar con la idea de que, de cuando en cuando, los afectos fraternos pueden devenir en escarceos carnales… y suponerlos en dos mujeres nos deja con un cuadro que los hombres preferimos, ya que mucho antes que pensarlo entre pares masculinos —nosotros los hombres— tendríamos que pasar por los abrazos y manoteos entre compadres, palmadas futboleras y sollozos de borrachos. Nada me haría pensar que un amigo pretendiera a otro, al abrigo de la casualidad, aunque es la pura casualidad y el deseo lo que aproxima a las amigas (supuestamente las mujeres son más dadas a la libertad y la exploración emocional), pero de ahí no pasa; el texto no ahonda en las aristas de la relación de Marisa y Chabela.

El vicio que me aqueja (y la promesa de la mercadotecnia) me hizo llegar a la novela con la gana encendida y el recuerdo del Elogio de la madrastra y Los cuadernos de don Rigoberto, aunque a los que estamos envenenados por la literatura sensual de una vez les reitero: no hallarán más que escasos momentos de grato erotismo pero nada que haga retorcer la trama y volverse motor de las circunstancias, obviando el final al que acude con un recurso muy fácil, porque ni siquiera el quid de la intriga es desmenuzado para nuestra excitación —agradable o desagradablemente, eso sería lo de menos.

El presidente Fujimori.

El presidente Fujimori.

Cinco esquinas apunta sus baterías hacia los medios de información, concretamente a los diarios. La circunstancia de la novela la origina un pasquín amarillista dirigido por Rolando Garro, periodista rastrero y oportunista. El momento histórico elegido es el leitmotiv que nos muestra la novela: las circunstancias del Perú durante la mezcla siniestra de Fujimori, Montesinos, Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) desde los ojos de su rancia oligarquía —porque sí, los ricos también lloran—, aunque condescendamos también hace aparecer a un personaje mediano que lo mismo fuera arrasado por la sevicia del infame periodista.

A más de quince años de la fuga de Perú de Vladimiro Montesinos, Vargas Llosa hace leña del árbol caído y señala las maquinaciones del hombre fuerte de la época y su ubicua presencia en la vida —y la muerte— de los peruanos; sus manejos de la prensa de escándalo, su omnipresente poder destructivo, y el ascenso de sus personeros, aunque no se adentra en mayores médanos aun cuando el siniestro personaje da para una historia de infamia extensísima —y ni siquiera, como chisme, nos sugiere el nombre de la Señorita Laura. No abunda en detalles, no muestra más allá de lo que cualquiera hubiese podido leer en la prensa de aquellos años; no parece sino una novela escrita de oídas en la que no pesa su origen y sí sus aparentes ganas de mostrar lo que perdieron los peruanos al preferir al japonés en lugar de a él mismo pero le falta inquina o rabia. Hoy día pudiera pensarse que tenía pendiente el desquite con sus coterráneos pero que ya ni siquiera le merecen decepción sino sólo un mal recuerdo, un malestar que se libra con una aspirina, una siesta después de comer o una novela de denuncia. ®

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Publicado en: Libros y autores

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