Ergo, Argo y los demás Óscares

Y un poco de incorrección política

Seth MacFarlane hizo lo que se esperaba de él como maestro de ceremonias: hizo enojar a Ben Affleck; parodió El vuelo con marionetas, con el piloto bebiendo e inhalando antes de girar; le cantó a las actrices que han enseñado las bubis; les sonó a las principales celebridades latinas, Salma, Penélope y Bardem, por su dicción, y al final les cantó con sorna a los perdedores de la noche.

Argo movie

La ceremonia anual del Óscar en nada se relaciona con el deleite concreto de ver cine (o con la contemplación de testamentos sensacionales de diversas cosmovisiones expuestas por medio de la experiencia estética). La noche en que se celebra esa premiación es como una especie de “fin de año” cinematográfico: pasados los concursos, los festivales y los estrenos prometidos, una vez dimensionadas —justa e injustamente— todas las películas, se llega al final de un calendario imaginario… para que el proceso vuelva a empezar.

Las nominaciones al premio Óscar no se suscitan por la iluminación de ningún “espíritu santo” del cine ni por generación espontánea o siquiera por criterios ilustres, ignotos e insondables. Cada uno de los grandes estudios tiene la posibilidad de presentar una carta fuerte, y está en el Comité de Nominaciones la última palabra para aceptarla o no. Por ejemplo, el año pasado Fox propuso Hanna, de Joe Wright, y no obtuvo ninguna nominación.

Las gestiones, los cabildeos y las campañas para conseguir que una película sea tomada en cuenta son muy costosos. La somnífera Lincoln gastó diez millones de dólares en ese apartado. Pero en concreto son las productoras —Miramax, Fox, Warner, Sony, Disney, etcétera— las que, como los partidos, designan a su candidata; el Comité quizás añade una que otra puntada, y luego ya en función de la boleta se somete al ejercicio “democrático”.

The Dark Knight Rises

The Dark Knight Rises

Para este año, Warner tenía planeado catapultar The Dark Knight Rises rumbo al Óscar. The Dark Knight había logrado ocho nominaciones en 2009, y las protestas posteriores de la propia Warner por no haber sido nominada a Mejor Película provocaron que a partir del año siguiente se incrementara de cinco a diez el número de filmes para competir en esa categoría. Un año después la Academia corrigió y dejó establecido que “máximo podrían ser diez”, pero no de manera obligatoria. Y ya llevamos dos años en que son sólo nueve.

Tras la masacre de Aurora, Colorado, la Warner no sólo canceló inmediatamente las premieres de The Dark Knight Rises que faltaban por llevarse a cabo, sino que asimismo abortó el proyecto de que fuera su carta fuerte rumbo al Óscar: temían que la tragedia ensombreciera y desprestigiara sin remedio el destino de la película. Y fue así como Warner recurrió a su plan B: Argo.

Argo fue recabando todos los premios habidos, hasta convertirla en la predecible ganadora del Óscar: primero el Globo de Oro a Mejor Drama; luego a Mejor Elenco en los SAG Awards, premio que se ha vuelto premonitorio porque los votantes del sindicato de actores son también mayoría en la Academia; inclusive ganó en los BAFTA…

Como se sabe, Argo fue recabando todos los premios habidos, hasta convertirla en la predecible ganadora del Óscar: primero el Globo de Oro a Mejor Drama; luego a Mejor Elenco en los SAG Awards, premio que se ha vuelto premonitorio porque los votantes del sindicato de actores son también mayoría en la Academia; inclusive ganó en los BAFTA, que no tienen que rendirle ninguna pleitesía a Hollywood, y en los César, de Francia, se lo llevó a Mejor Película en Lengua Extranjera.

Ante semejante avalancha, es difícil sostener que no se trata de la “mejor” película, ya no digamos del año: siquiera entre la lista de nominadas.

Beasts of the Southern Wild

Beasts of the Southern Wild

En específico, Beasts of the Southern Wild es demasiada película para los cabezas huecas de cualquier “Academia”. Muchos dirán que suficiente tuvo con las nominaciones que se le otorgaron, incluyendo la peleada a Mejor Dirección, pero lo cierto es que en la escasa hora y media de su duración, en ese vistazo a un padre que entrena a su hija para que aprenda a sobrevivir en el pantano, en esa asimilación naturalista que va teniendo la niña acerca de las explicaciones del mundo, la vida y la muerte, se condensa todo lo que únicamente intentaron decir, que sólo se aproximaron a decir, sus contrincantes: Django Unchained, Lincoln, Silver Linings Playbook, Zero Dark Thirty, Los Miserables, Life of Pi, Argo y Amor. Y además lo hace con un ritmo narrativo y cualidades técnicas notables.

Cuando The Hurt Locker ganó a Mejor Película en 2010, lo hizo sin haber obtenido la mayoría de los votos. El sistema computarizado con lista de “máximo diez” nominadas funciona de la siguiente manera: todo miembro votante envía sus preferencias en orden jerárquico; además de poner la película de su predilección, debe continuar con la que dejaría en segundo lugar, luego en tercero, en cuarto, y así hasta la última. Al momento de computarse el total de los votos —de las más de seis mil boletas— la película que queda en último lugar general se elimina de la contabilización, provocando un reacomodo hacia arriba, y así lo siguen haciendo consecutivamente hasta llegar a la ganadora. En aquella ocasión las dos películas que concitaron más votos de “primer lugar” fueron Bastardos sin gloria y Avatar; The Hurt Locker prácticamente fue la segunda opción tanto de tirios como de troyanos, de manera que el sistema le abrió el paso al triunfo.

Con ese resultado, todo estaba puesto para que Kathryn Bigelow se convirtiera en la primera cineasta, la primera mujer en ganar el Óscar a Mejor Dirección. Para revestir el acontecimiento, modificaron el formato de la ceremonia: contrario a la costumbre de entregar al principio el Óscar a Mejor Actriz de Reparto, pasaron a hacerlo con el de Actor de Reparto, postergando aquél para un mejor momento, más adelante, y la permuta se repitió con los de Actores Principales, confiriéndole una mayor “importancia” al de Mejor Actriz. Fue, pues, la noche feminista del Óscar, y la película lo ameritaba, pues el discurso de The Hurt Locker se resume en que la guerra es un juego de hombres.

Todo estaba puesto para que Kathryn Bigelow se convirtiera en la primera cineasta, la primera mujer en ganar el Óscar a Mejor Dirección. Para revestir el acontecimiento, modificaron el formato de la ceremonia: contrario a la costumbre de entregar al principio el Óscar a Mejor Actriz de Reparto, pasaron a hacerlo con el de Actor de Reparto, postergando aquél para un mejor momento, más adelante, y la permuta se repitió con los de Actores Principales, confiriéndole una mayor “importancia” al de Mejor Actriz. Fue, pues, la noche feminista del Óscar

Lo interesante es que no sólo Zero Dark Thirty —o La noche más oscura— es tan buena o mejor que The Hurt Locker, y el trabajo en la dirección es tan admirable o más que el anterior, sino que a nivel discursivo resulta complementaria. Ahora en Zero Dark Thirty, Bigelow ofrece una cinta de tres dimensiones: la primera es la obvia narración de las pesquisas que llevaron a dar con el mensajero de Osama Bin Laden, y el posterior operativo con los Navy SEALs que termina con su ejecución, la cual es brillante; la segunda es el discurso respecto a que si bien la guerra es un juego de hombres, cuando una mujer entra en el juego puede lograr incluso más que ellos (dar con Bin Laden), pero a costa de no tener vida, a costa de perder los años sin otras vivencias más que la obsesión, a costa de quedarse sin siquiera el sentido de la vida misma al final de las cuentas —y la última lectura, la más compleja, está en la proyección que Bigelow hace de sí misma a través del personaje de la agente de la CIA encarnado por Jessica Chastain: así como ésta se demuestra a sí misma haber logrado más que sus compañeros, Bigelow parece verse reflejada como cineasta en la misma situación. Concretamente, Bigelow también consiguió lo que muchos directores varones hubieran querido: el derecho a filmar la Operación “Gerónimo”, y hacerlo de maravilla, pues ella es la única cineasta de acción en Hollywood. “¿Y qué sentido tiene?”, nos clama. “Habré hecho esta película, ganándole a todos, pero a costa de no tener compañía, ni cariño, ni nada que le dé sentido a mi vida más allá de eso”, termina transmitiéndonos mediante las lágrimas trémulas que surcan el bellísimo rostro de Chastain antes de que aparezca su crédito: “Directed by Kathryn Bigelow”.

En fin, al no haberla nominado esta vez en la categoría de Dirección, la Academia envió el mensaje de que Bigelow no podría ganar tan pronto de nuevo, aunque su más reciente obra fuese incluso superior a su predecesora.

El estreno en Estados Unidos de Django Unchained se dio más o menos una semana después de la masacre de Newtown, en Connecticut. Debido a ello, a que estaba expuesta en cartelera justo mientras bullían las condenas a la violencia en el cine, la película fue referida en múltiples ocasiones para ejemplificar la nocividad que emerge desde las pantallas, y de pasada el apellido de su autor fue blanco constante de esos señalamientos. Pero Miramax, o específicamente los hermanos Weinstein, no cejaron como Warner y la mantuvieron como su candidata al Óscar. La ausencia de Quentin Tarantino en el renglón de los directores —además de la difícil tarea de tener nueve películas nominadas y espacio solamente para cinco cineastas— le restó fuerza de origen.

Como sea, al recibir el Globo de Oro, Tarantino se dijo sorprendido precisamente porque venía de ser linchado en distintos medios. Pero también la Academia supo reconocer la genialidad literaria de ese guión que Tarantino primero escribió prácticamente como novela, de ahí lo pasó a guión literario, luego trabajó para su guión técnico, para acabar rodando detrás de cámaras y entregar la que quizá sea su película más graciosa, la más hilarante, con una cadena de chistes inagotable, hasta la fecha. (Ojo: sólo dije “la más hilarante”, nada más.)

Seth MacFarlane. Foto: Chris Pizzello/Invision/AP

Seth MacFarlane. Foto: Chris Pizzello/Invision/AP

La polémica respecto de la falta que hizo Ben Affleck en la categoría de Dirección, de lo cual hizo mofa Seth MacFarlane burlándose de la propia Academia, tiene una explicación muy sencilla y de nuevo todos los caminos conducen a Warner: simplemente no se realizaron las gestiones para que se diera esa nominación. Ya con Christopher Nolan apartado de Batman, y ante el apremio de competir contra las secuelas por venir de The Avengers, el primero al que Warner le propuso dirigir La Liga de la Justicia —con todos los héroes de DC Comics en bola—,fue precisamente a Affleck. Éste respondió que “por el momento” no está dispuesto a dirigir películas en las que no actúe. Así que la comunicación de los representantes de Warner ante el Comité de Nominaciones tenía un dejo de resentimiento, y el precedente seguirá efectuando una especie de condicionante a futuro: en tanto Affleck no dirija sin actuar, su consagración como director habrá de esperar.

Tarantino se dijo sorprendido precisamente porque venía de ser linchado en distintos medios. Pero también la Academia supo reconocer la genialidad literaria de ese guión que Tarantino primero escribió prácticamente como novela, de ahí lo pasó a guión literario, luego trabajó para su guión técnico, para acabar rodando detrás de cámaras y entregar la que quizá sea su película más graciosa, la más hilarante.

Los premios “menores” para una película en algunas ocasiones explican las virtudes que las sustentan. En el caso de Argo, el Óscar a Mejor Guión Adaptado y el de Mejor Edición son los pilares de la película: es decir, la historia y cómo está planteada son sus principales atributos durante la primera hora, y la segunda hora, tramposa sin cesar, se basa en aparentar que el falso crew está a un pelo de que los descubran los iraníes, y para lograrlo la edición es la que le da vida a esa segunda hora. Allí no hay nada más que deba agradecérsele a Ben Affleck.

Life of Pi

Life of Pi

En contraparte, Ang Lee obtuvo su segundo Óscar como Mejor Director por Life of Pi. Lo gracioso es que el anterior —sin contar el que se llevó con El tigre y el dragón, pues fue a Mejor Película en Lengua Extranjera— también se le concedió sin que hiciera el uno-dos, sin que coincidiera con la Mejor Película: el primero fue gracias a Brokeback Mountain, en tanto la película premiada fue Crash: alto impacto, de Paul Haggis. El mérito de Ang Lee, para la Academia, fue como orquestador —digamos— de las demás categorías que le valieron Óscares a Life of Pi, es decir, a Mejores Efectos Visuales, Mejor Música Original y ni más ni menos que Mejor Cinefotografía: esas virtudes independientes resumen lo alucinante que resulta la película, a lo cual nomás habría que añadir la cachetada magistral que se le propina al espectador cuando el personaje y narrador hace un paralelismo con respecto a la represión de los recuerdos y su conversión en metáforas fantásticas, con la evasión de la realidad cruda de quienes prefieren la fe religiosa.

Tristemente hay que decir que la Academia perdió la oportunidad de darle el Óscar a Michael Haneke (el bueno, como director, no nomás el de Lengua Extranjera), y es que difícilmente volverá a hacer una película tan asequible para la Academia de los cabezas huecas (pese a que las interpretaciones de Amor seguirán abiertas por los siglos de los siglos).

Quizá la única opción para que se hubiera dado una gran ganadora la noche del pasado 24 de febrero era Silver Linings Playbook. Pese a que ya mencioné que el mejor filme —de calle— es Beasts of the Southern Wild, estoy convencido de que Silver Linings Playbook unificó el placer de cinéfilos exigentes y de espectadores eventuales. Es graciosa la solemnidad, por ejemplo, con la que se llenaban las salas para ver Lincoln: todo mundo con cara de circunstancias aburriéndose de ver esa película de estampita, pero sin que nadie perdiera la pose de alumno bien portado. En contraste, el deleite general con Silver Linings Playbook bien pudo haber hecho que ganara Mejor Película, David O. Russell como Mejor Director, y que hasta se sumara Bradley Cooper a la fiesta con su actuación tan creíble y fluida, como lo es toda la cinta, y nadie se hubiera molestado: todos contentos.

Jennifer Lawrence en Silver Linings Playbook

Jennifer Lawrence en Silver Linings Playbook

Por último, tres apuntes.

Adele le dio el primer Óscar a cincuenta años de películas de James Bond. Ni Nancy Sinatra, ni Tom Jones, ni Louis Armstrong, ni Shirley Bassey, ni (sir) Paul McCartney, ni Carly Simon, ni Duran Duran, ni Tina Turner, ni (la momia mejor conservada del mundo) Madonna, ni Garbage, ni Sheryl Crow, ni Moby, ni Chris Cornell, ni Alicia Keys con Jack White: Adele. Lo curioso es que la elegida para hacer la canción “Skyfall” no era ella originalmente, sino Amy Winehouse. Amy estaba preparando la canción al momento de morir. Así que jamás sabremos cómo hubiera quedado con la gran Winehouse, pero al fin una canción de Bond se llevó el Óscar en voz de Adele.

Seth MacFarlane hizo lo que se esperaba de él como maestro de ceremonias: puso en entredicho a Jennifer Lawrence con Meryl Streep; hizo enojar a Ben Affleck; parodió con marionetas la película El vuelo, con el piloto bebiendo e inhalando antes de girar; le cantó a las actrices que han enseñado las bubis; les sonó a las principales celebridades latinas, Salma, Penélope y Bardem, por su dicción, y al final les cantó a los perdedores de la noche con sorna. Pero el gran momento fue cuando apareció su “Ted” junto a Mark Wahlberg.

—Me encantaría ver cómo se aparean entre ellos —señaló el oso malcriado a los asistentes—. ¿No sabes dónde va a ser la orgía después de aquí?

—En casa de Jack Nicholson —le informó Wahlberg. No hay que olvidar que exactamente en casa de Nicholson fue donde Roman Polanski estupró a Samantha Geimer cuando tenía trece años, motivo por el cual no puede ingresar a Estados Unidos desde entonces.

—¿De dónde viene el “berg” de tu apellido? ¿Eres judío? —le preguntó el oso irreverente, palabras más, palabras menos, a su amigo de película.

—No. Soy católico —respondió Mark.

—¡Respuesta incorrecta! —se alarmó “Ted”—. ¿Quieres que ellos te sigan dando trabajo o no?

Realmente hoy en día la politiquería correcta ya está caduca, no dan para más ni la hipocresía ni el tacto a la antigua. En consonancia con ello estuvieron Silver Linings Playbook y Django Unchained: decir la verdad sin tapujos y al fin conseguir que todo el mundo aguante carrilla sin sensiblerías, resentimientos ni corajes es el futuro de la armonía social. Sin importar quién esté de acuerdo y quién no, así será —y en su gestación dos genios son fundamentales: Tarantino y MacFarlane. Enhorabuena.

Hoy en día la politiquería correcta ya está caduca, no dan para más ni la hipocresía ni el tacto a la antigua. En consonancia con ello estuvieron Silver Linings Playbook y Django Unchained: decir la verdad sin tapujos y al fin conseguir que todo el mundo aguante carrilla sin sensiblerías, resentimientos ni corajes es el futuro de la armonía social.

Finalmente: un sector de paranoicos, empezando por los iraníes, cree ver en el Óscar a Mejor Película para Argo, y sobre todo en la aparición sorpresa de Michelle Obama, un mensaje ofensivo contra Irán. Nada más falso. Si Argo terminó siendo tan premiada es porque se trata de una película que enaltece la existencia del cine mismo, de una industria que se vale de la ficción y que es capaz de hacerle bien a las personas, o como en el caso presentado ahí, salvar vidas. Argo es casi un acto de onanismo para quienes viven del cine, para quienes son parte de la industria. Y el hecho de que se abrieran las puertas de la Casa Blanca para la transmisión, y Barack Obama dispusiera a su esposa (que por igual va a talk shows y hasta baila con Jimmy Fallon), no es otra cosa más que un gesto de agradecimiento al activismo de Hollywood a su favor, el cual fue fundamental para que lograra la reelección. Exceptuando a Clint Eastwood, todo Hollywood estuvo del lado del demócrata durante la pasada contienda presidencial, y el enlace sorpresivo para que la “Primera Dama” anunciara la ganadora a Mejor Película fue un simple detalle de correspondencia; reitero: un gesto de agradecimiento.

P.D. Y entonces en el camino quedó “perdida” The Dark Knight Rises, una película que ante la crisis económica mundial, las autoridades coludidas con el crimen organizado por doquier, la corrupción generalizada y la desconsideración corriente, propone que no perdamos la esperanza en la humanidad pero a partir de entender los porqués de su degradación, del porqué del desastre que tenemos, para emprender sobre la marcha los cambios necesarios en nosotros mismos, sin caer en la tentación de creer que merecemos la aniquilación de la especie, pese a que cada día el mundo pareciera empeñado en darnos más y más pruebas y motivos para caer en una desesperanza irreversible. ®

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Publicado en: Cine, Marzo 2013

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