LA DISTANCIA FOTOGRÁFICA

Fugaz como la noche, de Jonathan Ames

Fugaz como la noche de Jonathan Ames: un personaje angustiado evade su inminente fracaso disfrutando de los vicios y la vida galante.

Jonathan Ames

Trabajar tres días a la semana y que eso te permita pagar la renta y satisfacer unos cuantos caprichos puede ser muy atractivo, particularmente si eres un joven judío que vive en Nueva York. Alexander Vine se encuentra en esa situación, la que además le permite acceder al suficiente tiempo de ocio como para llevar un recuento crudo de memorias de su vida.

Viviendo en un estado de ánimo que fluctúa entre pensamientos eróticos y una angustia intensa por el futuro, una vida más bien aburrida, el protagonista de Fugaz como la noche (Ultramar, 1990), de Jonathan Ames, parece darse cuenta de que no tiene opciones excepto el irse congraciando con el fracaso estrepitoso que le espera y que lo amenaza desde que tiene memoria. Por ello vive sin planes, frecuenta prostitutas y vagabundos en un afán de escapar al destino, en un intento de evitar terminar como su padre, echado en un sillón y apuntando su pistola sin balas hacia el televisor.

La estructura de la novela es una serie de pequeños capítulos que intercalan la descripción que Vine hace de sí mismo en su interactuar azaroso con amigos, amantes, mendigos y una novia tan estéril como fugaz, con el recuento de sus memorias familiares, todas ellas desgraciadas y que funcionan como una clave para entender que lo que mal comienza mal acaba.

Por ello vive sin planes, frecuenta prostitutas y vagabundos en un afán de escapar al destino, en un intento de evitar terminar como su padre, echado en un sillón y apuntando su pistola sin balas hacia el televisor.

La promiscuidad con que se mezclan los capítulos dibujan un perfil claro de Vine al tiempo que señalan una peculiar filosofía de vida, una filosofía de la carencia y de la desgracia. Vine es lo suficientemente perspicaz para darse cuenta de que su vida no tiene futuro, que se encuentra en la parte más álgida de ésta —con su trabajo de portero en un restaurante— y que a partir de ese momento no puede esperar sino un lento declinar y, finalmente, la ruina definitiva: “Pero, ¿de qué ha servido al fin y al cabo? Míralo, ahora es uno de nosotros”, le dice J.B., uno de los mendigos más viejos de su calle.

La novela se encuentra ubicada en un presente difuso, una especie de limbo desde el cual se lleva a cabo el desordenado recuento de las desventuras del protagonista, de tal forma que no tiene un “final” propio, si acaso un desvanecimiento gradual, pues la certidumbre del futuro es sólo una variación de grado de la desgracia del presente. Pareciera que el protagonista está ya muerto y visita recuerdos como si fuese un fantasma; esto explica la “distancia” tan grande que muestra frente a las cosas y recuerdos narrados por él: “Fui a buscar la caja de fotografías que mi madre tiene guardadas y que yo no he visto desde hace años. Las encontré en el gran escritorio del salón, y algunas de ellas eran de Ethan y yo. Al tenerlas en las manos me quedé bastante convencido; al fin y al cabo, de eso se trata, de hallar pruebas que demuestren que todo ocurrió de verdad”.

A pesar del lugar común en la que se inscribe, Fugaz como la noche es un conjunto muy bien edificado y coherente, escrito en un estilo ágil y cuyo mayor mérito es la recreación de la evanescencia ontológica de su personaje Vine. No resulta demasiado extravagante pensar, pues, al leer estas memorias, en un Pedro Páramo en la gran manzana.

Fugaz como la noche es la primera novela de Jonathan Ames, y se publica cinco años después que Less tan Zero (Easton Ellis) y el mismo año que Leaving Las Vegas (O’Brien), aunque su escritura se compara más con escritores como David Leavitt y Jay McInerney. ®

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Publicado en: Enero 2011, Libros y autores

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