La Santísima Trinidad

La Virgen, el Ejército y el Presidente

Una virgen made in China, un ejército repudiado y un presidente que se ha convertido en el hazmerreír del pueblo. Además, la nueva inquisición de la corrección política.

La Virgen y el Ejército. Foto AP.

La Virgen y el Ejército. Foto AP.

Cuando me inicié en las lides del periodismo, en un semanario que todavía subsiste digitalmente —Diez—, a inicios de los años ochenta del siglo XX, el concepto de “libertad de expresión” estaba ligado en forma inextricable a la afrenta, el decir lo que los medios oficiales callaban o deformaban. Una experiencia en las periferias, signada por tintes políticos.

Luego ingresé a colaborar en una egregia cadena de diarios de la que se decía que el dueño real era Luis Echeverría Álvarez. Allí, quien fungía como “Director Regional de los diarios de la OEM”, un viejo lobo de mar, contemporáneo de las batallas contra los rescoldos de la Guerra Fría a la mexicana del Coronel, me leyó la cartilla.

—Mire, Arvizu, en esto del diario se puede escribir y comentar de todo, menos de tres figuras que son intocables: la Virgen de Guadalupe, el Ejército mexicano y la figura presidencial —me dijo en su oficina, que había sido chalet urbano de García Valseca.

La Santísima Trinidad, pues. Algo habría de trasfondo en sus palabras, pues corría entre talleres y salas de redacción una anécdota más surreal que trágica: se decía que un jefe de correctores había sido secuestrado por elementos de la Policía o abiertamente del Estado Mayor Presidencial, por el lapso de una semana. ¿La razón? Quesque en una nota de cobertura de una gira del presidente en turno había colado la errata “López Potrillo”. ¿Leyenda urbana?, tal vez, aunque expresaba el terror maniatado de esos tiempos del Estado PRI–gobierno batiente, nacionalista y popular.

Los derechos humanos entraron en el escenario y lo que fue prohibición se convirtió en bonanza noticiosa, sin respeto hacia el otrora omnipotente organismo castrense. El Presidente de la República es el Judas y el bufón de todos los días, poco queda de su ralea otrora cargada de fueros y ceremoniales.

A la fecha, el tabú de la Santísima Trinidad ha caído por su propio peso: la Virgen de Guadalupe ha sido pisoteada, banalizada cada 12 de diciembre, hecha marca en China y soliviantada por escándalos sexuales en curias, además de poco a poco pasar a segundo plano dentro del imaginario de la nacionalidad impoluta del mexicano. El Ejército nacional se ganó a pulso el repudio de habitantes, analistas y medios. Los derechos humanos entraron en el escenario y lo que fue prohibición se convirtió en bonanza noticiosa, sin respeto hacia el otrora omnipotente organismo castrense. El Presidente de la República es el Judas y el bufón de todos los días, poco queda de su ralea otrora cargada de fueros y ceremoniales. Al titular del Ejecutivo Federal no lo consideran niños ni religiosos, ni amas de casa, estudiantes o tecleadores profesionales, en la actualidad.

La Santísima Trinidad es artículo muerto.

No, no, esperen, ha surgido una nueva sombra sobre la libertad de expresión y de prensa en México, un nuevo intocable, monopólico, además. Cierto, se llama Juan Gabriel, pseudónimo angelical que esconde un índex que hace parecer a Savonarola un personaje del Teatro Fantástico de Cachirulo.

¡Puta madre! ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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