Desde su llegada al poder en 2007, Sarkozy se propuso alcanzar la cifra de 25 mil “ilegales” expulsados por año, una cantidad que en los siguientes superaría las expectativas: la suma, tres años después, llegó, según el ministro del Interior, Brice Hortefeux, a un total de 106 mil.
No todos somos trashumantes, pero extranjeros (extraños), de alguna forma lo somos todos; las nuevas relaciones sociales, en especial en las grandes ciudades, nos llevan a experimentar una y otra vez sensaciones que en algún momento nos han hecho sentirnos excluidos, relegados o extraños, sin necesariamente tenernos que encontrar en un país distinto al nuestro. Pero más allá de cualquier figura fenomenológica o sociológica (como la que abordaran Georges Simmel, Norbert Elias o Hannah Arendt) existe una figura jurídica y política que de manera sistemática y violenta le restriega al forastero su condición, trayendo como consecuencia la retención y posterior expulsión del país en que se encuentra: la de ser “ilegal”.
En Francia, cuna de la declaración universal de los derechos humanos, esta situación no es una excepción, y mucho menos desde que el gobierno de Sarkozy se propuso desde su llegada al poder, en 2007, alcanzar la cifra de 25 mil “ilegales” expulsados por año, y la cual no se alcanzó en ese año, pero que en los siguientes superaría las expectativas, ya que la suma de inmigrantes que fueron deportados tres años después llegó, según el propio ministro del Interior, Brice Hortefeux, a un total de 106 mil.
Pero un ejemplo más fehaciente de la dureza e intolerancia de las políticas de Nicolas Sarkozy fue el muy polémico desmantelamiento de 51 campos de gitanos y la consecuente expulsión de éstos a sus países de origen (Rumania y Bulgaria).
Aunque la rigidez de las políticas migratorias de varios países de Europa occidental viene de principios de este siglo —cuando notoriamente, en la aplicación, los derechos de los “sin papeles” reconocidos en lo convenios internacionales y europeos dejaron de existir—, en los tres últimos años se ha creado un especial ambiente de hostilidad en contra de los migrantes, lectura que no puede deslindarse del repunte que la extrema derecha ha venido teniendo en el continente.
Golpe a golpe, en dos años, la extrema derecha ha rozado o superado 10%, llegando incluso a 15% del escrutinio nacional en varios de los Estados europeos, como son los casos de Bélgica (17.1%), Bulgaria (12%), Francia (10%), Hungría (14.8 %), Holanda (17%) o Noruega (22.9%).
En Italia, donde la Alianza Nacional ha roto el cordón umbilical para integrarse a la derecha clásica, la Liga del Norte secesionista preside Lombardía, la región de Véneto y la de Piamonte. En Suiza, la Unión Democrática del Centro, un año después de que se prohibieran los alminares o minaretes, convenció a 53% de los votantes para que simpatizaran con la idea de expulsar a los migrantes, a quienes se cree culpables de haber cometido algún “crimen” o de “abusar de las ayudas sociales” [“Les extrêmes droites à l’offensive”, Le Monde diplomatique, enero de 2011].
Centros y locales de retención en Francia
La travesía por la que pasan los “sin papeles” del continente africano, de Medio Oriente y Oriente, en su afán por llegar a Europa Occidental, suele ser no muy distinta a la que experimentan los sudamericanos o centroamericanos “ilegales” que pretenden llegar a Estados Unidos. Miedo, frío, sed, hambre, secuestro, robo, extorsión y todo tipo de vejaciones son algunas de las lamentables constantes a las que se enfrentan tanto unos como otros; pero para algunos lo peor que puede ocurrirles es ser descubiertos, retenidos y, en la mayoría de las veces, ser deportados, a tal grado que la muerte llega a pensarse como una alternativa.
No todos somos trashumantes, pero extranjeros (extraños), de alguna forma lo somos todos; las nuevas relaciones sociales, en especial en las grandes ciudades, nos llevan a experimentar una y otra vez sensaciones que en algún momento nos han hecho sentirnos excluidos, relegados o extraños.
En Francia, cuando un individuo no puede demostrar su permanencia legal en el territorio probablemente éste será privado de su libertad reteniéndosele en algún Centro o Local de Retención Administrativa (CRA y LRA). En la actualidad existen 24 CRA y LRA ubicados estratégicamente en todo el país, con cabida para albergar de ocho a 230 retenidos y con una capacidad total de 1,443.
El primer centro de retención del que se tiene conocimiento estuvo en Arenc, en el puerto de Marsella. Establecido de manera ilegal en 1976, este centro cobró notoriedad tras la indignación y denuncia unánime de los medios y partidos de izquierda al saber que se estaba llevando a cabo retenciones de extranjeros de manera ilegal, hecho que más tarde se conocería como el escándalo de Arenc.
Años después, en 1984,
el gobierno socialista intentó “re-equilibrar” la política de migración creando una ley que favoreciera la integración de los extranjeros (carta de residencia de diez años), pero en contraparte impulsó un mecanismo de inmigración más estricto. Así, la izquierda reiteró su voluntad de luchar contra la inmigración irregular, sin embargo, apoyados en la ley de octubre de 1981 (que contempla la legalización de la retención administrativa) los centros de retención administrativa se hicieron una realidad [La Cimade, Centres et locaux de retention administrative. Rapport 2009, París, 2010].
Inmediatamente después, para intentar darle transparencia a los procesos de retención, el gobierno le propuso al Comité intermovimiento de ayuda a los evacuados (La Cimade), una organización de larga tradición de ayuda a refugiados creada en 1939, llevar a cabo una misión de acompañamiento “social” de los retenidos. La Cimade, después de intensos debates internos, aceptó. Así se convirtió en la única organización en tener acceso a los CRA hasta 2010, año en que las organizaciones l’ASSFAM, Forum réfugiés, France Terre d’asile y l’Ordre de Malte comenzaron a realizar también “acompañamientos” sociales a los refugiados en los Centros de Retención.
El CRA de Coquelles
Calais es una ciudad perteneciente al departamento de Pas de Calais y a la región de Nord Pas de Calais. Ubicada en el estrecho del Canal de la Mancha, Calais es la ciudad francesa más cercana a Inglaterra y, por consecuencia, una localidad con un fuerte flujo de inmigrantes “ilegales”, que sobre todo anhelan alcanzar Inglaterra.
Muy próximo a esta urbe francesa se encuentra el CRA de Coquelles, el cual comienza a funcionar un año después de haber sido construido, en 2002; año en que también, tras tensas negociaciones entre las autoridades francesas y británicas, en donde se llegó a un acuerdo en que cada país asumiría la responsabilidad de acoger a cierto número de inmigrantes —1,200 GB y 3,000 Francia—, y que además llevó a crear un plan conjunto para reforzar las líneas ferroviarias y puertos comunes, fue cerrado el centro de alojamiento para refugiados de Sangatte, en la localidad de Calais. Cierre que empujará a los “sin papeles”, excluidos de este plan de ayuda bilateral, a levantar un campamento irregular que llegará a alojar hasta unos 800 inmigrantes. Conocido como la “jungla”, este asentamiento clandestino será desmantelado por la policía el 22 de septiembre de 2009.
Al preguntarle sobre la ubicación estratégica del CRA de Coquelles al jurista Pierre Nicolas, quien hasta el último día del 2010 trabajó como asesor y acompañante de los retenidos por parte de la organización France Terre d’Asile, responde pausadamente:
Los migrantes tienen relativamente gran oportunidad de moverse estando en esta zona, el tránsito de camiones que llevan mercancía y turistas hacia Inglaterra es muy alto; digamos que las posibilidades crecen. Está cerca el Eurotúnel y los ferris salen constantemente. También a “poca” distancia de aquí termina el espacio Schengen. Aunque por consecuencia es también un lugar con cada vez con mayor control.
Edificado muy cerca de un gran predio industrial-comercial llamado Cité Europe, sobre enormes lotes donde también pueden verse aerogeneradores de energía eólica, este CRA es absolutamente imperceptible desde Boulevard du Kent, avenida por donde se accede al Centro de Retención.
Cuando seguimos hablando de la ubicación, pero sobre todo de la construcción, Pierre, quien también trabajó para la Cimade, se toma la barba y dejando escapar una leve sonrisa me explica:
El Centro de Retención no puede verse porque ha sido construido precisamente bajo un montículo que está a nivel del resto de las construcciones, pero lo más irónico de la edificación es que el arquitecto pensó en crear en el patio central del CRA un universo con armonía zen.
Me pierdo un poco pensando en el áspero sentido del humor del arquitecto, pero regreso a preguntarle nuevamente a Pierre, esta vez acerca de la procedencia de los retenidos. “En 2009 la mayoría provenía de India, Afganistán, Vietnam, Irak; poco menos de Ucrania, Eritrea e Irán; muchos menos de Sudán, y por último de otros países. Para el 2010 la situación era distinta, pues la mayoría de los retenidos provenía de Irán y Sudán”, responde. Después le da un sorbo a su cerveza y me asegura que la intención de casi todos ellos no era quedarse en Francia sino llegar a tierras inglesas.
Varias de las historias de estos migrantes son desgarradoras, como la que cuenta el mismo Pierre en su texto Welcome to Hell (recopilado en el libro La Cimade. Chroniques de rétention 2008-2010) o la que en propia voz me narra:
En junio de 2008 acababan de remitir al CRA de Coquelles a un iraquí de aproximadamente unos veinte años de edad, quien había atravesado el espacio Schengen por Grecia, donde había sido la primera vez que lo retenían. Cuando esto ocurre en la UE, el primer país que retiene a un “sin papeles” tiene que tomar sus empreintes digitales (huellas digitales) para el registro eurodac y en consecuencia ese país hacerse “responsable” del migrante. Por lo tanto, lo que iba a proceder con él era enviarlo nuevamente a Grecia. Cuando le hice saber esto al joven su semblante cambió por completo, reflejaba una mezcla de miedo y profunda tristeza. Me explicó que en aquel país lo habían secuestrado y torturado, mostrándome unas cicatrices que atravesaban casi todo el cuerpo. Me contó que para soltarlo le habían pedido dinero a su familia, pero que su familia era incapaz de pagar cualquier suma. Me confesó que creyó que lo iban a matar, pero terminaron por dejarlo ir. Me quedé con una fuerte sensación de impotencia, porque al final lo mandaron a Grecia.
A pesar del extraño ambiente que deja en la mesa lo antes relatado insto a Pierre a que me dé su opinión sobre los CRA. “Sencillamente que estos lugares no deberían de existir, esos sitios sólo responden a una absurda ‘política de las cifras’”, me asegura de forma determinante y en un tono de indignación, mientras nuevamente se lleva la mano a la barba. ®
Yaneli Silva
El asunto de la migración en busca de una vida mejor, es siempre desolador, es la historia de la historia, en donde siempre los menos tienen lo más y viceversa. Muy buen articulo, ofrece un panorama serio y útil para reflexionar el tema. Gracias al autor.