Interpretación del xoy

La perrilla o el orzuelo

Curiosa explicación la que le ha dado nuestra cultura a las perrillas en los ojos, se dice que aparecen cuando atestiguamos lo prohibido. Moral y sexualidad, un tema que genera tantas reflexiones agudas como absurdos tabús.

La tradición popular dice que el xoy, llamado perrilla en el Altiplano mexicano y orzuelo en todo el ámbito de nuestra lengua, sale cuando uno ve orinar a un perro. También hay quien dice que sale cuando se ve a dos canes copulando. Y como a mí me salió uno hace poco y no vi ni a un perro macho orinar ni a una pareja perruna copular, pero sí las huellas de la menstruación de mi perra —que es decir antes de que entre en celo— supondría supersticiosamente que ésta fue la causa.

© Elliott Erwitt

Toda una respuesta del cuerpo. Y nótese que esta reacción somática (cuyo término médico es “blefaritis”) va ligada a lo sexual: haber visto (como quiera que sea, de fisgón) las secreciones o los actos que los canes hacen con sus órganos genitales, lo cual, como me señalaron, tiene que ver con una sublimación de las represiones sexuales. Por andar de mirón viene el castigo. Como si el complejo de culpa se manifestase físicamente.

Claro que me dirán que hay otros modos de adquirir un molesto xoy. Y es como lo ocurrido entre dos sujetos, uno de los cuales invitó al otro a una reunión social y luego le dijo que había habido un error en cuanto a las circunstancias de la invitación, por lo que se veía obligado a retractarse. El otro le echó la maldición “Me invitaste a una fiesta y luego me desinvitaste: ¡por eso te va a salir un xoy!” Y así fue, el maldecido lucía al día siguiente un espantoso xoy por su equivocada acción.

Cómo entra en el inconsciente semejante barbaridad, que uno ande con el párpado inferior inflamado, sintiendo esa sensación de pesantez, como si se hubiera endurecido el ojo, pensando en las culpas morales como causa.

Curiosa explicación cultural mexicana, sometida al acto de ver lo prohibido o de no cumplir con las reglas de hospitalidad como en el otro caso. En ambas situaciones transgredir los límites del prójimo (considerando además que el perro es el hermano adoptivo del género humano) o del otro (en el sentido de la otredad).

Curiosa explicación cultural mexicana, sometida al acto de ver lo prohibido o de no cumplir con las reglas de hospitalidad como en el otro caso. En ambas situaciones transgredir los límites del prójimo (considerando además que el perro es el hermano adoptivo del género humano) o del otro (en el sentido de la otredad).

Cómo se alegrarán los moralistas por tal reacción: un auténtico castigo divino. Vio lo que no debía ver y Dios lo castiga. Si uno se va a tiempos más remotos donde las leyes de hospitalidad eran tanto o más importantes que las relativas a los deberes familiares, diríamos que tal reacción es un atavismo. Nuestros inconscientes prejuicios morales afloran de una manera demasiado delatadora, con un indicio que rodea al ojo, una de las partes más visibles de nuestro cuerpo y a la vez con la que indispensablemente vemos.

Qué triste broma de la vida. Nos libramos de la perniciosa y represora idea del pecado para que ésta se haga visible, encarnada como muestra de la carnalidad que se vio.

¿Qué hacer en lo futuro? Taparse la cara cuando uno ve a nuestros socios ladradores arrimándose a un poste o pared o cuando empiezan a olisquearse libidinosamente. En este caso levantar la vista al cielo. (De todos modos queda la pregunta: ¿por qué ocurre generalmente en un solo ojo y no en los dos?)

¿Es de origen prehispánico esta creencia? ¿O es producto de la evangelización? Las impurezas del cuerpo, esa envoltura pecaminosa, sucia, corrompida, extraviadora, denigrante, encarceladora y repulsiva, de nuestra angelical almita. Aunque nuestro racionalismo nos haya librado de esos prejuicios, el inconsciente nos anda jugando bromas.

Aunque claro que todo esto viene si aceptamos como cierta la versión popular, porque en realidad un xoy puede tener razones menos animalescas y más modestas en cambio: el polvo, las manos sucias o engrasadas. Esto es lo que en realidad es: una infección de origen bacterial. Suciedad física nada más. Porque si fuera de la otra, sería una enfermedad endémica, y no precisamente por causas perrunas ni sexuales. ®

[2006]

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Publicado en: Abril 2011, Apuntes y crónicas

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