Cómo destruyó Fidel Castro a la prensa libre en Cuba

“La objetividad es un mito de la civilización”

En una dictadura se impone la censura a la libertad de expresión y a la prensa porque el gobierno del caso quiere impedir que se digan ciertas cosas. En cambio un gobierno totalitario va mucho más allá: necesita que se piense y se diga una sola cosa sobre cualquier cosa.

Cuando era obrero no había socialismo, pero había patatas. Ahora que hemos construido el socialismo no hay patatas.
—Nikita Jruschov, 20 Congreso del PC, 1956

Uno

Hay una relación directa entre el desarrollo intelectual de la población y la libertad de prensa. No es el único factor para ese desarrollo, por supuesto, pero relacionadas la falta de libertad de prensa con otros factores, como la anulación de la libertad de cátedra, por ejemplo, el proceso de deterioro general es inevitable. Si a ello le sumamos la persecución políticael resultado se llama desastre. Esto es lo que ha sucedido en Cuba desde 1959 y es lo que nos proponemos revisar, aunque únicamente en lo que se refiere a la destrucción de la prensa libre, si bien de manera sucinta.

¿Puede alguien nombrar a un arquitecto, un economista, un poeta, un científico, un intelectual cubano, que viva en la isla, que se pueda parar en cualquier foro mundial, Davos, OCDE, UNESCO, y ofrecer alternativas para mejorar la calidad de vida de la humanidad? Países como Colombia, Estados Unidos, India, España, México, Costa Rica, Brasil, Perú o Suiza tienen personajes de talla mundial en diversas disciplinas que participan en foros multinacionales y ofrecen sus conocimientos y talento para hacerlo. Esos científicos, políticos, intelectuales, se saben y sienten parte de la comunidad internacional y en las sociedades libres es natural que las personas destacadas, y también las que no tanto, encuentren la posibilidad de desarrollar sus habilidades mayores. Éste no es el caso de Cuba durante el último medio siglo.

En una dictadura se impone la censura a la libertad de expresión y a la prensa porque el gobierno del caso quiere impedir que se digan ciertas cosas. En cambio un gobierno totalitario va mucho más allá: necesita que se piense y se diga una sola cosa sobre cualquier cosa. En una dictadura (se puede documentar) pueden convivir diferentes visiones para distintos asuntos. El arte y la religión, por ejemplo. Lo que no la hace mejor ni preferible, por supuesto. En contraposición, un gobierno totalitario sólo admite una sola visión para todas las cosas. Empezando con el arte y la religión. En los totalitarismos sólo existe una fuente ideológica, de información y dirección: el Caudillo-Estado. El peor ejemplo, aunque modélico en su nefasta especie, es Stalin. Una dictadura no necesariamente se adueña de toda la prensa, aunque hace todo lo posible para controlar la información y la libertad de expresión. Un gobierno totalitario lo tiene que hacer y la manera más eficaz de hacerlo es apropiarse totalmente de la prensa. Huelga reiterarlo: ambos sistemas de gobierno son a cual más de infames.

En los países que viven o vivieron bajo un gobierno totalitario, Cuba, Corea del Norte, la Alemania nazi, la URSS, a menudo se habla de los ciudadanos como “no-personas”, porque al cancelarse la capacidad de pensar para la población (el Caudillo-Estado se encarga de hacerlo) el principio cartesiano de cogito ergo sum desaparece y su lugar lo ocupa el “no pienso luego no existo”. Y la gente termina por no pensar por sí misma y dejar de ser. Su único producto legítimamente personal es la proyección de su propia sombra. Los totalitarismos ignoran que la sociedad sólo es la suma de las individualidades y el concepto “sociedad” es más un recurso metodológico para pensar en los asuntos generales que una entidad en sí misma. Como tal, la “sociedad” no existe: existen los individuos. Por ello es un despropósito pensar en “la sociedad” como un cuerpo único, con vida propia, susceptible de ser “moldeado”.

El lamentable caso de la Cuba contemporánea es una más de las nefastas consecuencias del totalitarismo comunista, términos históricamente redundantes. La política, la educación y la vida diaria, convertidas en doctrina fundamentalista desde 1959, destruyeron la posibilidad de que los ciudadanos se desarrollaran en el campo intelectual o material de su preferencia. Cubanos de extraordinario talento en diferentes áreas de la actividad humana existieron antes de 1959, no obstante que entonces era un país de seis millones de habitantes: Finlay, Carpentier, Capablanca, Lecuona, Bacardí, Cabrera Infante, Martí, Lam, Goizueta, Lezama. De Beny Moré a Pérez Prado y Arturo Sandoval, la música popular y el jazz merecerían capítulo aparte. A partir de 1959 bajo el régimen castrista no ha surgido una persona de talla mundial que viva en la isla. Los dos o tres buenos hospitales cubanos que existen son exclusivamente para la cúpula castrista y el turismo revolucionario chic, también minoritario. Los dirigentes cubanos viajan al extranjero, tienen el refrigerador lleno de alimentos, automóvil, papel sanitario y duermen a veintiún grados centígrados. La libreta de racionamiento y la pobreza es para los demás. Bajo las suelas de la cúpula castrista hay una auténtica sociedad sin clases: todos son pobres. Parece que por miserable que sea un país los gobiernos totalitarios siempre tienen dinero suficiente para el bienestar material de la cúpula gobernante. La educación es un fracaso porque desde 1959 está al servicio de la ideología comunista, no del desarrollo general.

La política, la educación y la vida diaria, convertidas en doctrina fundamentalista desde 1959, destruyeron la posibilidad de que los ciudadanos se desarrollaran en el campo intelectual o material de su preferencia.

Las cosas no eran así antes de Fidel Castro: en los años cincuenta Cuba era uno de los países más ricos de Latinoamérica y no sólo la cúpula política y empresarial vivía bien. Había desigualdad y pobreza, es cierto, pero Cuba tenía la mejor seguridad social de Latinoamérica y el mejor índice de alfabetización después de Uruguay y Argentina. Ningún pueblo hispanoparlante tenía a su disposición más periódicos y revistas, per cápita. Actualmente, con la industria azucarera en los niveles de principios del siglo XX, el día menos pensado Cuba se declara en quiebra. Antes del castrismo Cuba tenía científicos, intelectuales, artistas e industriales de talla mundial. Uno de ellos, el ya mencionado Roberto Goizueta, exiliado en 1959, fue presidente mundial de Coca-cola hasta su muerte en 1997; globalizó la empresa y con una visión extraordinaria, antes que nadie, lanzó al mercado al inicio de los años ochenta la versión baja en azúcar, que hoy ofrecen todas las bebidas refrescantes del mercado. Goizueta creó la indispensable Cuban Heritage Collection de la Universidad de Miami y su Fundación la mantiene hasta nuestros días. Carlos Finlay descubrió la vacuna contra la fiebre amarilla; Raúl Capablanca (1988-1942) ha sido quizá el más grande jugador de ajedrez de la historia. La lista es enorme.

Así, ¿cómo llegó Cuba al estado de postración en que se encuentra actualmente y cuyos números compiten hoy con Haití, en ciertos renglones con desventaja? El proceso de deterioro se inició con la llegada al poder de Fidel Castro. Ha sido lento, injusto, tortuoso, complejo, sangriento y letal para la nación y las aspiraciones personales de sus habitantes. Entre otros factores internos, han sido causantes mayores de la degradación generalizada tres campañas que inició Fidel Castro apenas tomó el poder y que perduran hasta nuestros días. Comenzaron en 1959 sin que la población en general lo supiera ni entendiera bien. Al menos durante los primeros meses:

1. Fidel Castro inició la persecución sistemática de sus enemigos reales y potenciales y la de quienes podían disputarle su hegemonía personal. Ninguno de estos últimos lo sabía: Camilo Cienfuegos, Joaquín Ordoqui,* Huber Matos, el propio Ché Guevara. Si sumamos los enemigos potenciales los casos deben ser miles. El éxito de esta campaña, declarada o secreta según el individuo del caso, le dio muy pronto el poder absoluto a Fidel Castro.

2. Canceló la autonomía universitaria e impuso a Rolando Cubela como presidente de la Federación de Estudiantes. Cubela, recién bajado de la sierra, apareció en la Universidad de La Habana como estudiante de medicina y fue designado por Raúl Castro como “candidato de unidad”. Cortó así, de tajo, las posibilidades de los demás aspirantes. Pedro Luis Boitel, demócrata, estudiante de cuarto año de ingeniería, militante del Movimiento 26 de Julio que luchó contra Batista y el candidato más popular en la Universidad, inútilmente se inconformó por la intromisión castrista. Boitel entendió hacia dónde iba Fidel Castro y rompió con él. Semanas después Boitel fue aprehendido y condenado a 32 años de cárcel “por conspiración”; tenía 28 años de edad. Murió en su celda en 1972, durante una huelga de hambre, cuando sus carceleros le suspendieron el suministro de agua. Cumplía 52 días en huelga de hambre. La intervención de Castro en la Universidad anunció claramente que la educación se convertiría en doctrina: en 1962 el rector de la Universidad era el antiguo presidente del Partido Comunista Juan Marinello. En 1966 Cubela, el candidato de unidad de la FEU cayó en desgracia y fue encarcelado “por conspirar contra Fidel”; lo soltaron en 1979 y se exilió en España.

3. La tercera campaña castrista fue la destrucción de la prensa libre. Que proponemos revisar, brevemente, en las siguientes páginas.

* * *

En Cuba, en 1958, junto a periódicos y revistas gobiernistas, existía una dinámica y moderna prensa libre. Fulgencio Batista encabezaba un gobierno de facto desde 1952. Dos años después simuló unas elecciones de las que resultó “electo” presidente de la república. La prensa libre y la sociedad cubana de entonces no le perdonó nunca que hubiera violentado la Constitución para llegar al poder. Durante las primeras horas de la madrugada del 1 de enero de 1959, semanas antes de terminar su gestión, Fulgencio Batista escapó del país. Más que a los tiros y los muertos —que afortunada y relativamente fueron pocos—, los atentados terroristas, el incendio ocasional de los cañaverales y la guerrilla inclusive, el triunfo de la Revolución se le debía a la prensa libre cubana que apoyó abiertamente a Fidel Castro, le ganó la simpatía popular y socavó por completo la posición y la figura pública de Batista.

Operación Verdad

Dos semanas después de haber tomado el poder en 1959 Fidel Castro lanzó la llamada Operación Verdad. Se organizó en La Habana en el entonces espléndido Hotel Riviera una reunión internacional de periodistas. Así surgió Prensa Latina y su director, el argentino Ricardo Masetti, a quien trajo de su país el Ché Guevara. Prensa Latina es desde entonces el aparato de propaganda internacional de Fidel Castro. Es la versión tropical de la Agitprop soviética. A la reunión internacional de La Habana acudieron cerca de cuatrocientos periodistas del continente, entre los que estaban Gabriel García Márquez, Fernando Benítez (1910-2000) y Carlos Fuentes. Todos fueron atendidos a cuerpo de rey en unas instalaciones lujosísimas que también para los anfitriones resultaron gratuitas. El día 22 de enero Fidel Castro “sostuvo un largo encuentro con los periodistas extranjeros en el Copa Room”, dicen las páginas castristas en internet. Aquel VTP demostró más eficiencia que los viejos cañonazos obregonistas de cincuenta mil pesos: Fernando Benítez, en todos los suplementos culturales que dirigió sólo publicó elogios para Castro; nunca permitió que se publicara la menor crítica a la Revolución cubana. García Márquez y Fuentes jamás han publicado ni el más tímido apunte a los abusos de Fidel Castro y su asalto contra la prensa libre cubana, que ya ocurría cuando ellos se tomaban los mojitos con el dictador en el Copa Room. Han callado siempre las agresiones y los asesinatos (por decenas de miles) contra la población. En otras partes del continente y en Europa ha sucedido lo mismo con muchos de aquellos periodistas invitados a Cuba. There is not such a thing as a free lunch, dicen los estadounidenses.

Dos

Fidel Castro

Desde el primer día de 1959 las tropas rebeldes se apropiaron de algunos diarios que no simpatizaban con Fidel Castro. Luego lo hicieron con todos los demás. Entre las primeras víctimas estuvo el periódico Alerta; en sus instalaciones se empezó a imprimir Revolución, reconocido desde el primer ejemplar como “el periódico de Fidel”, dirigido por Carlos Franqui (que años después desertaría). Su director, Ramón Vasconcelos, se asiló en una embajada antes de que Fidel lo metiera a la cárcel; pese a que Vasconcelos había sido su mentor en 1952 cuando Castro (colaborador de ese periódico) se lanzó como candidato a diputado. Las elecciones no se realizaron por el golpe de Estado de Batista en marzo de ese año. Como Alerta, talleres e instalaciones fueron arrebatadas a otros diarios que sirvieron para empezar a publicar Hoy, periódico del Partido Comunista, dirigido por Blas Roca. El diario Hoy no circulaba desde 1947. Los diarios restantes iban a desaparecer durante los siguientes dieciocho meses.

El 24 de octubre de 1959 el gobierno de Castro organizó la celebración de “el Día del Reportero”. Armando Hart, de 28 años, entonces ministro de Educación, se encargó del discurso oficial. Sus palabras no dejaron duda de lo que sucedería con la libertad de expresión, los periódicos y contra los chicos de la prensa. Les dijo Hart: “La objetividad es un mito de la civilización. La única base de la objetividad es aquella que refleja a la opinión pública. ¿Y dónde está la opinión pública? Cuando habla el doctor Castro lo hace en nombre del pueblo y por lo tanto expresa la opinión pública. Aquellos que ignoran la opinión pública defienden los intereses de la oligarquía”. Al día siguiente el periódico Revolución, al reproducir el discurso de Armando Hart, resumió aquella perorata, que se convirtió en una consigna, y en una amenaza policíaca: “Ser anticomunista es ser antirrevolucionario”.

Primer golpe

1960 se anunciaba mucho peor. Hasta entonces los editores y periodistas pensaban que la libertad de prensa en Cuba era un valor entendido y ya conquistado. Además había razones para pensarlo: la Revolución había triunfado con el indispensable apoyo de la prensa libre.

El discurso de octubre de Armando Hart, flotando sobre las salas de redacción, fue sólo el anticipo del siguiente capítulo, que llegaría dos meses después. 1960 se anunciaba mucho peor. Hasta entonces los editores y periodistas pensaban que la libertad de prensa en Cuba era un valor entendido y ya conquistado. Además había razones para pensarlo: la Revolución había triunfado con el indispensable apoyo de la prensa libre. Pero los periodistas estaban equivocados: el 26 de diciembre de 1959 Fidel Castro ordenó que las noticias y los comentarios que publicaba la prensa libre, es decir todos los diarios menos Hoy y Revolución, irían acompañados por “aclaraciones” de “los comités de prensa” del periódico. Así podrían “denunciar” si alguna noticia “era mentira” o que se publicaba “contra la voluntad de los trabajadores”. El diario Prensa Libre las llamó “coletillas” y así se conocen desde entonces. El escándalo fue mayúsculo, todos los periódicos libres protestaron. En ese momento ya estaban infiltradas las redacciones de sus periódicos por incondicionales del régimen y oportunistas que de otro modo no habrían logrado notoriedad en sus diarios. La prensa libre no pudo evitar que empezaran a publicarse las “coletillas”. Una de ellas, por ejemplo, junto a un editorial del periódico, decía así: “Los trabajadores de este periódico advierten que esta información ni se ajusta a la verdad ni cumple en lo más mínimo las más elementales normas periodísticas”. Por supuesto, jamás se dijo quiénes eran “los trabajadores” ni cuál la verdad a que se referían. Se llegó al grado de que algunos periódicos, para destacar el absurdo, publicaban un espacio en blanco donde debía aparecer una noticia o comentario, pero eso sí: iba acompañado por la obligada “coletilla” de “los trabajadores” que negaban la veracidad de algo que ni siquiera se había publicado. Las redacciones se habrán convertido en un manicomio. Una semana después el director del periódico Avance, Jorge Zayas, no pudo publicar un editorial porque se opusieron ciertos trabajadores. Un “comité de prensa libre”, con todo y el mote, exigió al gobierno revolucionario que confiscara el periódico por ser “contrarrevolucionario”. Lo que de inmediato sucedió: una turba tomó por asalto el periódico y se apoderó de las instalaciones. Jorge Zayas y sus dos principales colaboradores se asilaron en la Embajada de Ecuador; con su familias abandonaron el país. Desde los diarios Revolución y Hoy se lanzó la consigna contra los demás diarios y periodistas “traidores” que querían libertad de prensa: “son contrarrevolucionarios”, se les acusó. Aquello era una locura, pero era apenas el principio.

Segundo round

Che Guevara

En marzo de 1960 la temperatura en las redacciones de los diarios de todo el país (más de sesenta), los más de veinte canales de televisión y las 106 estaciones de radio (24 de FM), subió a niveles insoportables. Luis Conte Agüero, de CMQ, la cadena radial y televisiva más importante, denunció durante un programa de televisión en La Habana el asalto contra la prensa libre. No obstante su amistad personal con Fidel Castro. El día 25 de marzo intentó leer durante su programa de radio una carta abierta a Fidel Castro, de previsible contenido. Una turba le impidió el ingreso a la estación, dirigidos nada menos que por el jefe de Seguridad. Estuvo cerca de ser linchado. Dos días después Raúl y luego Fidel Castro ya escuchaban en cuanta reunión encabezaban los gritos espontáneos de la claque: “¡Pa-re-dón!, ¡pa-re-dón!”, contra Conte Agüero. Apenas tuvo tiempo de correr a refugiarse a la Embajada de Argentina. De ser amigo de Fidel Castro, Conte Agüero cayó en desgracia muy pronto. El 8 de enero del año anterior había viajado de Buenos Aires a La Habana, en un avión requisado de Cubana de Aviación, con los padres del Ché Guevara. Como lo harían después en Cuba, celebraron a bordo del avión de Cubana el triunfo de la Revolución. También viajó con ellos aquel día Ricardo Masetti, el organizador de la reunión del Hotel Riviera, y en 1960 ya flamante presidente de Prensa Latina.

Días después de la escapada de Conte Agüero, Abel Mestre, dueño con su hermano Goar de la poderosa cadena radial y de televisión CMQ, fue al banco a depositar los cheques del salario de sus trabajadores y se encontró con que su cuenta no tenía fondos: “Los empleados sindicalizados decidieron confiscarla”, se le informó. Lo mismo se hizo con otros cuatrocientos empresarios a quienes se les dio quince días de plazo para “demostrar que no habían colaborado con Batista”. Por supuesto, todos se quedaron sin su dinero, porque de eso se trataba. Al día siguiente, el primero de abril, Goar Mestre entró a un estudio de televisión de CMQ desde el que se transmitía un programa llamado justamente Ante la Prensa y denunció lo que estaba pasando. Salió del estudio y con su hermano Abel corrieron a refugiarse a una embajada. De inmediato el gobierno tomó las instalaciones de CMQ. Así lo harían con todas las estaciones de radio y televisión que entonces había en Cuba.

Desde enero de 1959 se organizaron en Cuba diversas organizaciones encargadas de hacer el trabajo sucio entre la sociedad: las Brigadas de Maestros, las Milicias Estudiantiles y los Comités de Defensa de la Revolución, entre muchas más. Esos grupos, teóricamente organizados por militantes convencidos, estaban plagados de oportunistas, resentidos y logreros. El frecuente asalto a los medios electrónicos generó la creación espontánea de otro grupo de choque cuya tarea era hostilizar a los editores y periodistas de los medios libres y tomar edificios e instalaciones cuando fuera necesario, con la violencia que fuera necesaria. Se llamaba Frente Independiente de Emisoras Libres, ¿sus siglas?: FIDEL.

En cuestión de semanas los diarios pequeños que aún sobrevivían tuvieron que cerrar. Coletillas, intimidaciones, constante asedio oficial, cancelación obligada de anuncios comerciales, cuentas bancarias “confiscadas” y toma violenta de sus instalaciones, todo eso terminó con ellos. Quedaban en pie dos grandes periódicos, Prensa Libre, el de mayor circulación en Cuba y Diario de la Marina, de larga trayectoria periodística. Con ellos sobrevivía Bohemia, la legendaria revista fundada en 1908 y que había apoyado a Fidel Castro como ningún otro medio de comunicación.

Knockout

En abril de 1960, desde los periódicos oficiales Hoy y Revolución y la siniestra organización FIDEL, las exigencias de tomar por asalto los tres medios impresos que se mantenían en pie parecían incontenibles. Desde hacía meses las redacciones de los diarios también estaban infiltradas por agentes del Estado.

En abril de 1960, desde los periódicos oficiales Hoy y Revolución y la siniestra organización FIDEL, las exigencias de tomar por asalto los tres medios impresos que se mantenían en pie parecían incontenibles. Desde hacía meses las redacciones de los diarios también estaban infiltradas por agentes del Estado.

Diario de la Marina, el periódico conservador más influyente de Cuba y respetado por editores y público, que en su momento apoyó a Castro, tenía un edificio propio en La Habana, era “un señorial edificio de piedra” en la esquina de Paseo del Prado y la calle Brasil. El 11 de mayo publicaría un desplegado firmado por más de trescientos de sus trabajadores en apoyo a la defensa de la libertad de expresión. Avisados los integrantes de FIDEL por los infiltrados, la noche anterior una numerosa turba tomó por asalto el edificio y sus instalaciones, que en parte destruyeron. La policía se negó a intervenir. Al día siguiente, en la Universidad de La Habana, la ya domesticada Federación de Estudiantes Universitarios, FEU, encabezó una grotesca celebración: entre bufonadas y burlas sepultaron un ejemplar del último Diario de la Marina que se publicó. Por las páginas de Diario de la Marina habían pasado Pedro Henríquez Ureña, Miguel Ángel Asturias, Mariátegui, Borges, Alejo Carpentier y Lezama Lima, entre muchísimos más. Poco después la familia Rivero, dueños y administradores del periódico se exilaron. El “señorial edificio de piedra” le fue entregado, con sus talleres y oficinas, al periódico comunista Hoy. Se cerró así, violentamente, la vida del Diario de la Marina que entonces celebraba 128 años de haber sido fundado.

Humberto Medrano, subdirector de Prensa Libre, el periódico de mayor circulación en Cuba, publicó un texto al día siguiente:

Es doloroso atestiguar el funeral de la libertad de pensamiento en un centro dedicado a la cultura […] Porque lo que fue sepultado anoche [en la Universidad] no fue un periódico. Simbólicamente fueron enterradas la libertad de pensamiento y expresión. Colofón obligado de ese acto ha sido el comentario del periódico Revolución. El título de ese comentario lo dice todo: “Prensa Libre en el camino de La Marina”. No tenían que decirlo. Todo el mundo lo sabe.

A finales de mayo de 1960 Prensa Libre ocupaba su nuevo edificio de seis pisos, recién construido. Allí tenían las rotativas más modernas de la industria, también nuevas. Una inversión de tres millones de dólares, “de aquéllos”. El último piso estaba desocupado aún porque lo pensaban utilizar para una estación de radio que se llamaría Radio Libre. Una noche, sin mediar anuncio, llegó Fidel Castro a las oficinas de Prensa Libre. Les llevó un regalo: una fotografía suya con una efusiva dedicatoria para los trabajadores. “¿En dónde la vas a colgar?”, le preguntó al subdirector Humberto Medrano, único directivo que allí se encontraba. Después Castro le dijo que quería conocer las nuevas instalaciones del periódico. Humberto Medrano se las mostró piso por piso. Cuando llegaron al sexto Castro preguntó por qué estaba vacío, Medrano le contestó que aún no sabían para qué sería utilizado. Fidel le dijo:

—Yo creo que aquí en este piso quedaría muy bien el Ministerio de Información, Humberto. ¿Qué opinas? ¿Te parece buena idea?

—No, comandante, no me parece buena idea —le contestó Medrano.

Castro se le quedó viendo sin hacer comentario alguno, dio media vuelta y así terminó la visita. En silencio bajaron los dos hasta la calle y Castro fue directo a su automóvil. Se paró junto a la portezuela trasera sin dejar de ver a Medrano, como esperando a que le abriera la puerta. Medrano se paró frente a Castro, pero no hizo más. Así permanecieron ambos, por unos segundos, callados, uno frente al otro, hasta que un ayudante se acercó y le abrió la puerta a Castro.

—No le falles a la Revolución —le dijo a Medrano, sin dejar de mirarlo.

—No le falle a Cuba, comandante.

Castro cerró la portezuela y se fue, con su numerosa comitiva.

El 4 de julio, por la noche, la turba FIDEL tomó por asalto las instalaciones de Prensa Libre. Medrano abandonó el edificio, la calle pululaba de activistas. Uno de ellos intentó detenerlo, vociferando comentarios para la ocasión, pero otros se lo impidieron. Medrano montó en su auto y se fue a pedir asilo a la embajada más próxima, la de Panamá. Acaso recordó durante el trayecto las seis veces que la policía de Batista lo detuvo, antes del triunfo de la Revolución, para interrogarlo, por publicar comentarios que disgustaron al dictador de entonces. Días después Humberto Medrano, escoltado hasta el aeropuerto por el embajador de Panamá, salió con su familia en un vuelo comercial a Miami. Esa misma semana consiguió trabajo de taxista. Pronto empezó a escribir para un periódico local y se dedicó desde entonces a luchar por el respeto a los derechos humanos en Cuba. Tiene 85 años de edad.

Bohemia era a finales de los años cincuenta la revista más importante de Latinoamérica. Fundada en 1908, la dirigía entonces Miguel Ángel Quevedo, hijo del fundador. “Bohemia informaba cuando informar era peligroso”, dijo en 2008 Humberto Medrano. La primera entrevista que concedió Fidel Castro a un medio de comunicación cubano, en la Sierra Maestra, fue a Bohemia. La revista envió a Agustín Alles Soberón, quien también entrevistó al Ché. Los editoriales, reportajes, fotografías y los artículos a favor de Fidel Castro, de Alles Soberón y luego de otros, ocuparon decenas de páginas de la revista. El mismo Fidel Castro publicó en Bohemia. Recién llegado al poder Fidel Castro visitó las instalaciones dela revista. Aquello fue una fiesta, de la que se publicó un amplio y orgulloso reportaje en el propio semanario. La valiente actitud editorial de Bohemia frente a Batista, en defensa de la libertad de expresión y en apoyo a Castro, fue la más destacada de entre todos los medios de comunicación.

El 15 de junio de 1960 Fidel Castro celebró el Día de la Libertad de Prensa.

Seis días más tarde, quizá un año después de aquella fiesta con Fidel en las instalaciones de Bohemia, la enloquecida turba FIDEL tomó por asalto los talleres y las oficinas de la revista. Miguel Ángel Quevedo se asiló en la Embajada de Venezuela. Se suicidó en Caracas en 1969. ®

Fuentes
Miguel Barroso, Un asunto sensible [Barcelona: Mondadori, 2009]; Juan Clark, Cuba Mito y realidad [Caracas: Saeta Ediciones, 1990]; Pedro Corzo et al., Guevara. Misionero de la violencia [Miami: Ediciones Memorias, 2008]; Carlos Ripoll, “La prensa en Cuba: 1952-1960”, en The Selling of Fidel Castro [New Brunswick: Transaction Books, 1987]; Hugh Thomas, The Pursuit of Freedom [Nueva York: Harper and Row, 1971]; para las entrevistas a Luis Conte Agüero y Humberto Medrano, el 10 de junio 2011.

Nota
* Histórico líder comunista cubano, delfín de Jruschov después de la crisis de los misiles de 1962. Por las graves diferencias que surgieron entre el premier soviético y Fidel Castro parecía llamado a suplirlo. Castro no le dio tiempo a Jruschov de pensarlo mucho y en 1964 acusó a Ordoqui de ser “agente de la CIA”; le dictó prisión domiciliaria de por vida, murió en 1973.

Compartir:

Publicado en: Apuntes y crónicas, Enero 2012

Apóyanos:

Aquí puedes Replicar

¿Quieres contribuir a la discusión o a la reflexión? Publicaremos tu comentario si éste no es ofensivo o irrelevante. Replicante cree en la libertad y está contra la censura, pero no tiene la obligación de publicar expresiones de los lectores que resulten contrarias a la inteligencia y la sensibilidad. Si estás de acuerdo con esto, adelante.