De licántropos literarios

Conversaciones con Gerardo Rod, de Joaquín Tamayo

Una conversación entre amigos, el perfil intimista de un escritor, un homenaje a un lobo que dejó de aullar; el nuevo libro de Joaquín Tamayo, estupendo trabajo de periodismo literario, reencarna la figura y el espíritu de Gerardo Rod.

Son cosas que me pasan: leer y escuchar son cosas que verdaderamente me pasan. Así como otros sufren accidentes de tránsito o tienen accidentes en el banco, lo que ocurre cuando yo leo o cuando escucho música son verdaderos acontecimientos en mi vida.
—Gerardo Rod

El acto de leer, el hecho de escribir, es un suceso. La literatura es, pues, una vivencia. La música y el arte, también lo son. Y sobre esas experiencias medulares versa el libro Lobo sin luna. Conversaciones con Gerardo Rod [ICY, Yucatán, México, 2011], de Joaquín Tamayo, amigo, colega e interlocutor de Gerardo Rodríguez Arcovedo, escritor, fotógrafo y melómano nacido en la Ciudad de México (1963), pero cuya etapa formativa ocurrió en Yucatán antes del eterno retorno a la capital de nuestra surrealista nación, en donde el Fondo Editorial Tierra Adentro publicara su libro de cuentos Historias como cuerpos (Conaculta, 2002).

En las breves y personalísimas líneas de este diálogo entre dos lobos de la misma camada, asistimos a la exposición de motivos literarios que impulsaron la creación artística de Rod, a partir de los cantos tanto poéticos (Rilke, Sabines, Paz, Rimbaud, Salinas, etc.) como musicales —específicamente del rock, blues y jazz—, lo cual en primera instancia podría parecer atípico en un narrador, pero no lo es tanto si revisamos la historia de la literatura, en la que frecuentemente encontramos cuentistas y novelistas —incluso periodistas— cuyo bagaje lector está compuesto en su mayoría de grandes versificadores.

No es de sorprender, pues, que lo escrito por “Exagerardo” —como él se autonombrara alguna vez— tenga momentos de lirismo y ritmo poéticos, lo cual es un valor agregado a la narrativa emanada de su puño, cuya temática oscilara entre la memoria, la literatura como experiencia de vida y las relaciones amorosas. Además, el retrato del escritor que tuvo más preguntas que respuestas se complementa con un apéndice en el cual encontramos una muestra representativa de su trabajo fotográfico, el cual enfatiza su interés en contar historias a través de la imagen, ya sea mediante la palabra escrita o, en este caso, capturando instantes. Todo esto y más se trasluce en este libro, cuya estructura urde su autor con buenos oficios.

De entrada, en pocas líneas nos esboza el perfil de Gerardo Rod, para luego dar paso a la entrevista literaria como tal, híbrido en el que se mezclan las voces del entrevistado y entrevistador, con interludios de un narrador en primera persona que se entromete, rememora, aquí y allá, datos y recuerdos pertinentes para lo que se menciona en el tiroteo entre preguntas y respuestas. Este mismo narrador-amigo, que no es otro que Tamayo, acierta en intercalar citas de la obra del propio Rod para ilustrar sus observaciones personales, con lo que logra un doble propósito: que conozcamos al autor en cuestión mediante las descripciones y evocaciones que se entrometen durante el diálogo, pero también leyendo su propia esencia y palabra, que no es otra que la literaria.

En las breves y personalísimas líneas de este diálogo entre dos lobos de la misma camada, asistimos a la exposición de motivos literarios que impulsaron la creación artística de Rod, a partir de los cantos tanto poéticos (Rilke, Sabines, Paz, Rimbaud, Salinas, etc.) como musicales —específicamente del rock, blues y jazz.

Sin embargo, en el prefacio del libro, Mauricio Quijano Farjat —amigo de los dos arriba mencionados— hace mención de la humildad y oficio con la que Tamayo meritoriamente da un paso atrás para no usar al escritor mientras habla de sí mismo. Es ahí donde radica la mayor virtud del autor como escritor, pero sobretodo como periodista de caninos afilados: en hacernos creer que el libro es Gerardo Rod por donde quiera que se le mire.

Y logra el truco y la ilusión con gran éxito, pero aquí habría que rasgar la cortina para develar que, si bien el libro es Rod, también es totalmente Tamayo —aunque éste se empeñe en desdibujar y retirar la impronta de su pluma y edición periodística—, ya que, como cualquiera en el oficio sabe, la entrevista no la hace el entrevistado, sino el periodista que, si es sensato, hábilmente escribe desde las sombras para que brille quien debe brillar, máxime si es un amigo…

Lobo sin luna es un ejercicio y perfecto ejemplo de la amalgama entre periodismo y literatura, verismo y ficción, malicia y franqueza. La lectura y presente apología del libro de Joaquín Tamayo es un homenaje a Gerardo Rod —fallecido en 2009—, puesto que los dos lobos son uno solo, y mediante las palabras de uno está vivo el otro, aullándole al oscuro e incierto firmamento huérfano de satélites, donde la única música que se escucha es el silencio de la eternidad. ®

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Publicado en: Libros y autores, Mayo 2012

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