FIDEL: ¿LA HISTORIA LO ABSOLVERÁ?

A cincuenta años de la revolución

Fidel Castro, el hombre y el mito. Hablaremos del primero. Pero antes lo haremos de los tiempos que nos ha tocado vivir.

El siglo XVIII, que es el siglo de la Revolución francesa, tuvo en Dantón al gran orador cuando hacía falta contagiar a las masas de fervor revolucionario, y tuvo a Bonaparte cuando llegó la hora de la espada para defender a una Francia republicana acosada por una Europa feudal, clerical y monárquica. Esto, en el siglo XVIII que los historiadores llaman largo, abarcando los años bonapartistas. Y el siglo XIX parece dar un respiro, aprovechando las élites para dotarse teóricamente, con Hegel en la dialéctica, Marx en la crítica a la sociedad capitalista, Darwin en el estudio de la evolución de las especies. El siglo XX largo, que acabamos de dejar atrás, ha tenido líderes a la medida de conflictos armados y de grandes movimientos sociales. Gandhi y la resistencia pacífica, Lenin y la revolución rusa, Churchill y la II Guerra Mundial, Fidel y el Tercer Mundo. Habrá quien pregunte por el Che, cuya figura pervive allí donde dos se junten para elevar una protesta. Pues bien, ocurre que si digo Fidel, digo Che, y si digo Che, digo Fidel. Sus caminos se confunden cuando el combate en la Sierra Maestra y sólo se separan cuando uno pone en marcha la utopía de la revolución continental y el otro se queda en casa requerido por su pueblo. Fidel, la Revolución cubana lo exaltó, la Revolución cubana lo hizo su prisionero. Y le perdona los defectos, que, si se quiere, pueden tomarse como rasgos de carácter. Un líder continúa siendo un ser humano y un ser humano no es perfecto, actuando siempre bajo el peso de sus errores y de las injusticias cometidas en el uso del poder.

De Fidel se trata, y de una revolución que cumple medio siglo. En enero de 1959 el líder cubano entraba triunfante en La Habana. Después de recorrer la isla a todo lo largo, celebrando la victoria militar sobre las tropas del dictador Fulgencio Batista, la revolución abría un nuevo ciclo: transformación de la sociedad. Construir el socialismo en el subdesarrollo fue el desafío. Hoy, tras medio siglo de revolución y de Fidel Castro gobernando, los resultados están a la vista. Confío en que no por puntualizar críticamente se me excluya de la izquierda.

Tengo por el líder cubano los mismos sentimientos de hace medio siglo. Pero no estoy ciego. La experiencia de la Sierra Maestra, en la ansiedad de verla nacer en otros países, dio lugar a una primera lectura superficial, no reflexiva, se diría un guerrillerismo. Fidel, tan tempranamente como en 1960, proclama a la Cordillera de los Andes como la Sierra Maestra de América Latina. Debray y otros se encargarán de completarla con la teoría del foco. Hay que puntualizar una circunstancia propia de los años sesenta, de cómo en aquel entonces todo el mundo parecía acelerado y caía en los mismos errores. No me refiero a los jóvenes cultores del rock sino a dirigentes de primera línea como Jruschev y Mao. Corría 1960 y al primero se le ocurre profetizar que en veinte años, para 1980, la URSS pasaría al comunismo, mientras que Mao califica al imperialismo como “tigre de papel”.

Quienes han dedicado cada segundo de sus vidas a hacer la revolución, convencidos de que no hay causa más grande, han debido relativizar su pensamiento. El hombre que, al frente de un equipo de científicos y tecnólogos, logre blindar el espacio aéreo de Estados Unidos —tales los trabajos emprendidos con el llamado proyecto Guerra de las Galaxias— o de cualquier otro país de modo que resulte inviolable, y cualquier misil disparado en su contra rebote sin consecuencias, ese hombre, ese equipo de científicos y tecnólogos, habrá conseguido más que la revolución.

La energía nuclear y la bomba atómica son los grandes ausentes en el discurso de Fidel, en el conjunto de su oratoria y de sus escritos. O, si se quiere, están presentes a cuentagotas. Desde que la bomba atómica fue fabricada, cualquier pueblo, Cuba sería el ejemplo, puede hacer la revolución y un par de bombas acabar con ella y con el país mismo, recuérdese Japón, que en unos minutos perdió la guerra. Eso fue en 1945 y se llama Hiroshima y se llama Nagasaki. Desde entonces la humanidad quiere olvidar que ha acumulado una capacidad destructiva inédita, donde una imprudencia nos puede arrojar al abismo. Quiere olvidar la humanidad, pero los políticos se encargan de recordarlo. El más dramático episodio se vivió cuando la Crisis del Caribe, en 1962. Pero antes de referirme a ella, déjenme decir que la bomba atómica no surge de la nada o como continuidad de las armas entonces existentes, es algo nuevo, inesperado, salvo para unas pocas cabezas pioneras que en laboratorios muy precarios llevaban adelante algunos programas de experimentación. Esos pioneros, encabezados por Albert Einstein, lograron convencer al presidente Roosevelt de fabricar la bomba. La Ciencia, dentro de ella la Física, dentro de ésta la Física de Partículas, revolucionó la percepción del mundo. Una entidad minúscula del mundo físico, el átomo (su núcleo), iba a proporcionar la energía más grande entre todas las energías conocidas. Si hubieras sabido de todo ese universo, Fidel Castro, ¿habrías cambiado tu título y labor de revolucionario por los de un científico? ¡Qué disparate! Además, están tergiversando mi pensamiento, gritó Fidel en mi imaginación. Y, sin embargo, una generación después, su hijo, el primogénito que lleva su nombre y apellido, el Fidel Castro II, el Fidelito, no se dedicó a la política en Cuba sino a la Ciencia universal, no se trataba ya de “Patria o muerte. Venceremos” sino de Espacio y tiempo en la Filosofía y la Física, título del libro del que es autor, editado en 1988 en Cuba.

Naturalmente, esto último es simbólico, aunque no tanto, pues al propio tiempo pone en evidencia un nuevo criterio e impulso para los estudios científicos en Cuba, poco a poco en detrimento del guerrillerismo. Y, en efecto, la hora que hoy se vive es científica y no política o, si se quiere, primero científico-tecnológica y luego política. Primero fabricar la bomba y luego los políticos deciden cuándo y dónde lanzarla. La bomba lograda el 16 de junio de 1945 en Palo Gordo, territorio de Estados Unidos, todavía en curso la II Guerra Mundial en Asia, luego fue lanzada sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.

Ya en la posguerra, el secreto que rodeaba a la bomba no fue lo suficientemente estricto, y desde Estados Unidos y Gran Bretaña inteligentes tareas de espionaje pusieron la bomba en manos de los soviéticos. Este hecho determinó la bipolaridad y la “guerra fría” en el siglo XX hasta la caída de la URSS en 1991. Remplazada la URSS comunista por la Rusia capitalista, hubo una detente que hoy parece ceder ante el resurgir de la Guerra Fría. El punto es la confrontación entre Estados Unidos y Rusia con el telón de fondo de los otros Estados atómicos del mundo y, que se sepa, son los siguientes: Gran Bretaña, Francia, China, Israel, India y Pakistán. Estas naciones, contando con menor tonelaje destructivo, guardan en principio la capacidad de respuesta a una agresión nuclear o de otras armas de destrucción masiva, como son las biológicas.

En este clima de enfrentamiento, a unos años del fin de la II Guerra Mundial, tuvo lugar la Crisis del Caribe, desencadenada por la URSS al instalar una base atómica en Cuba, es decir, de cohetes con cabezas nucleares capaces de sobrevolar Estados Unidos en minutos. Naturalmente, la instalación de esta base en territorio cubano estaba rodeada del más riguroso secreto, que Fidel no respetó. Por esos días, proveniente de Estados Unidos, pasó por Cuba el entonces premier de Argelia, Ahmed Ben Bella, quien se reunió con el premier cubano. Y años después, con motivo de la caída y prisión de Ben Bella en Argelia, Fidel recuerda cómo en 1962 dudó en revelarle el secreto de la instalación de los cohetes nucleares, optando finalmente por dárselo a entender en el curso de una conversación. Y Ben Bella comprendió, estoy seguro que comprendió, asegura Fidel en un discurso pronunciado poco después de la caída de Ben Bella y que reproduce el Granma. En una palabra, Fidel pasa el “top chisme” a quien considera digno de saberlo. Es una fuga indebida de información, incluso si se pensara en Argelia como base aérea situada entre la URSS y el Caribe. Tampoco sabemos si hubo otras fugas de información, y esto da pie a preguntarse si la base soviética en territorio cubano fue descubierta a través de las fotografías de aviones espías, como aseguró Estados Unidos, o porque la versión, de boca a oídos, acabó llegando a conocimiento de la Casa Blanca.

Lo demás es historia conocida. Los cohetes soviéticos fueron retirados a cambio del compromiso estadounidense de no invadir Cuba. Eso fue lo que nos dijo la versión oficial. En realidad, el precio fue más alto, terminado de pagar tiempo después, cuando Estados Unidos desmantela una base nuclear establecida en Turquía, a una distancia de los centros vitales de la entonces URSS equiparable a la que existe entre Cuba y los centros vitales de Estados Unidos. ¿La razón? La base, explican, se ha vuelto obsoleta… cuando aquí poco importa el armamento, que puede rápidamente ser renovado, sino las distancias. ¿Por qué esta información se mantuvo en silencio hasta tiempo después? Porque en esos momentos de tensión máxima habría dado la impresión de que Estados Unidos se rendía ante la URSS; de que Kennedy, con ese revólver en las costillas, cedía  ante Jruschov. Por su parte, Fidel, según trascendió de inmediato, se puso furioso, pues el retiro de los cohetes no le fue consultado, ni siquiera comunicado, los soviéticos estaban presurosos por cerrar el expediente. En posteriores intervenciones Fidel continuó haciendo público su desacuerdo.

Así estamos, se discute el papel desempeñado por Fidel Castro, visto a través de las cartas que intercambiara en aquellos días con Nikita Jruschov. En la primera de ellas, del 26.10.62, Fidel escribe: “Querido compañero Jruschov: Del análisis de la situación y de los informes que obran en nuestro poder considero que la agresión es casi inminente dentro de las próximas 24 o 72 horas. Hay dos variantes posibles: la primera y más probable es el ataque aéreo contra determinados objetivos con el fin limitado de destruirlos; la segunda, menos probable, aunque posible, es la invasión. Entiendo que la realización de esta variante exigiría gran cantidad de fuerzas y es además la forma más repulsiva de agresión, lo que puede inhibirlos”.

Son las primeras líneas de la primera carta. Los textos completos de la correspondencia han sido publicados por los cubanos, de modo que el lector puede consultarlos. Nosotros nos limitaremos a unos comentarios. En estas primeras líneas nos llaman la atención los términos empleados: “lo menos probable, aunque posible”, “casi inminente”, “dentro de las próximas 24 o 72 horas”… ¿Y dentro de las próximas 48 horas? Al parecer, no estaba contemplado, sin embargo, rumbo a las 72, yendo desde las 24, se pasa necesariamente por las 48. ¡Y las 48 no estaban! ¿Quién defendería la isla llegadas las 48 horas? Desde luego, se trata de expresiones cuyo significado acaba por comprenderse, pero cuya redacción es más que discutible. No es el momento, sin embargo, de pedir respeto al idioma sino comprensión del idioma, el líder cubano está bajo gran presión, lo importante es hacerse comprender. En fin, Fidel tiene una propuesta que hacer y antes que nada aclara “que se trata de una opinión personal”. Tal vez ni tiempo ha habido para consultas suficientes, aclaración necesaria para que nadie se considere involucrado, sólo Fidel se siente responsable de una iniciativa que puede llevar a la guerra nuclear. Y la comunica a Jruschov.

Fidel escribe: “[si] los imperialistas invaden a Cuba con el fin de ocuparla, el peligro que tal política agresiva entraña para la humanidad es tan grande que después de ese hecho la Unión Soviética no debe permitir jamás las circunstancias en las cuales los imperialistas pudieran descargar contra ella el primer golpe nuclear”. Y continúa: “Le digo esto, porque creo que la agresividad de los imperialistas se hace sumamente peligrosa y si ellos llegan a realizar un hecho tan brutal y violador de la Ley y la moral universal, como invadir a Cuba, ése sería el momento de eliminar para siempre semejante peligro, en acto de la más legítima defensa, por dura y terrible que fuese la solución, porque no habría otra”. De modo que no importa que se desate la guerra nuclear, pues, si se produce la invasión a Cuba, se descubre que los imperialistas son tan malos que no hay otra salida que eliminarlos tomando la supuesta ventaja de golpear primero. Créase o no, esta iniciativa, viniendo de quien tiene en su territorio instalados los cohetes nucleares a un paso de ser operativos, trastoca los roles. Uno porque es el enemigo, otro porque puede hacerle el juego al enemigo cayendo en la provocación. Y esto no es disparatado, un avión espía de Estados Unidos fue derribado en esos días cuando sobrevolaba la isla. Comunicado el hecho al presidente Kennedy, éste ordenó no fuera informado a la prensa. Como se ve, en la ocasión el enemigo resulta ser el más prudente, la guerra nuclear no la quieren los dos gigantes, que verían asolados sus países.

Aquí hemos visto a Fidel Castro en algunos de sus momentos cuando la Crisis del Caribe en octubre de 1962. Al frente de la lucha social el líder cubano se ha ganado el puesto actuando según las circunstancias. Ha sido Dantón y Bonaparte, con la palabra y con la espada. Ha sido Lenin en el intento socialista —tentados estamos de comparar la toma del Palacio de Invierno de los zares con la toma del Cuartel Columbia de Fulgencio Batista en La Habana, ambas sin disparar un tiro. Fidel ha sido Gandhi al adecuar la táctica en los periodos de desarrollo pacífico y ha sido Churchill en la tenacidad. Pero Fidel no estuvo a la altura cuando la Crisis del Caribe. Y ése fue el episodio más trascendente que le tocó vivir, no solamente el destino de Cuba se puso en juego sino el de la humanidad entera. Fidel, ¿la Historia lo absolverá? Si el juicio se hace hoy, la pregunta queda flotando en el aire. Pero no hay de qué preocuparse. En el peor de los casos, el líder cubano será seguramente beneficiado por la primera Ley de Amnistía que se dicte. O bien, si ésta demora en ser sancionada, recibirá el perdón en mérito a los altos servicios prestados a lo largo de su carrera. Ahora bien, puede ocurrir que la audiencia, muy presionada por ávidas multitudes que en la calle reclaman a su líder, pase a cuarto intermedio remitiendo la respuesta al futuro, y nadie tiene la bola de cristal. Claro que sabemos del pasado en términos de 1962. Había que salvar la paz y en el mismo paquete venía el socialismo. Pero hay un segundo ciclo que arranca veintinueve años después de la Crisis del Caribe, en 1991. Ocurre la caída de la URSS y el fin del campo de naciones socialistas. Y la paz permanece, hoy igual que ayer, el gran objetivo de la humanidad. En cuanto al juicio que la Historia reserve a Fidel, el tiempo, si tiene tiempo, lo dirá. ®

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Publicado en: Junio 2010, Política y sociedad

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