UN ADIÓS A DON FERNANDO

El amante del futbol

“¡Borja, no falles!, ¡gol de Borja!”, clamaba en el Mundial de Inglaterra 1966, en ocasión del partido México-Francia, el más grande cronista deportivo de nuestro país: Fernando Marcos, quien murió hace apenas algunos días.*

Indudablemente, con su desaparición casi se acaba la generación de legendarios narradores y comentaristas que dieron lustre al relato deportivo desde los medios electrónicos. Ya se fueron gentes como Agustín González “Escopeta”, Fernando Luengas o “el Conde” Gustavo Armando Calderón, que hicieron leyenda; de ellos, ya sólo nos queda otro de los grandes: Ángel Fernández.**

Don Fernando lo fue casi todo en materia futbolística en nuestro país, un factótum: jugador, árbitro, entrenador, comentarista. Sólo le faltó ser directivo, lo que, hasta donde sé, nunca pretendió ser. En todos los cargos que ocupó destacó: como futbolista y entrenador, formó parte de la selección nacional; como árbitro, también hizo historia, como lo demuestra aquel dramático episodio del incendio del estadio del Parque Asturias, hecho que algunos atribuyen a que Marcos pitó una pena máxima hacia el final del partido, y otros a una artera entrada sobre Horacio Casarín. (Este hecho alguna vez lo escuché recordado por el propio don Fernando en un programa deportivo de radio en los años noventa, relato que hizo con una donosura y exactitud sorprendentes. Aquella quema ocurrió, si no fallo, en 1939).

Finalmente, como comentarista ha sido simplemente el mejor. ¿Por qué? Porque conocía desde prácticamente todos los ángulos el futbol —de allí el título de su libro, Mi amante el futbol—, y porque era poseedor de una cultura vastísima. El propio Enrique Krauze, en un ensayo que hizo sobre el futbol mexicano, reconoció la grandeza de don Fernando, recordando que a propósito de un pénalti se daba el lujo de citar a Cicerón.

Su sabiduría y su inteligencia lo hicieron una pieza muy disputada por las televisoras: Televisa y el estatal Canal 13 de hace muchos años. Contaba don Fernando que ingresó a las filas estatales a petición de Margarita López Portillo; posteriormente, alguno de sus antiguos compañeros televisos le reclamó el por qué se había pasado a la competencia. Respondióle don Fer: “No me pasé a la competencia, sino que me salí de la incompetencia”.

Era tremendo para los juegos de palabras y las ocurrencias (para quien no lo crea, allí está ese ejercicio de ingenio de fin de partido que tituló “editorial en cuatro palabras«); implacable, fue un polemista consumado, y como tal, a mí en lo particular me parecía también un sofista habilísimo. He de decir que políticamente no me gustaban muchísimas de las posiciones de don Fernando.

También ejerció el periodismo de forma notable en diarios como La Prensa y El Nacional. En el primero trabajó con su compañero radiofónico de años, don Jacobo Morett. Éste relataba que cuando Manuel Buendía era director de La Prensa encargó a don Fernando que cubriera los funerales de uno de los hermanos Rodríguez —no recuerdo si de Pedro o de Ricardo. Marcos hizo una crónica que culminaba, mutatis mutandis, así: “Las mujeres eran las que más lloraban la muerte del piloto, quizá porque son ellas las que más sufren cuando dan la vida”. La crónica se publicó, y cuenta Morett que Buendía la recortó, salió de su oficina, la pegó donde todo el mundo la viera y le dijo a la redacción en pleno: “¡Así es como se escribe!”

También en la radio hizo grandes programas. Uno de ellos lo hizo en sus últimos años con Morett, en el que se hablaba de todo, y que resultaba muy agradable gracias a la amabilidad y a la tolerancia casi infinita de don Jacobo, que con esas dotes equilibraba la sapiencia y la enorme soberbia de don Fernando. Pero un buen día Morett llegó al límite y dejó solo en el programa a Marcos. Fue su primera pelea. Regresó el ausente, pero tiempo después se hartó y se marcó la separación definitiva de ambos. Don Jacobo siempre ha reconocido la maestría del comentarista Marcos, aunque también ha dado una definición exacta del hombre Marcos: “La vanidad es el Fernando Marcos que todos llevamos dentro”.

Todavía recuerdo también el programa Fórmula Deportiva, que reunió en su mejor época a un cuadro de lujo: don Fer, Morett, Ángel Fernández, Eduardo Ruiz Healy, Gerardo Mendoza, Jorge de la Serna y Venustiano Carranza (el nieto de “Barbastenango”). Era una cita diaria con el conocimiento, la inteligencia polémica, el ingenio y el humor. En ese programa descollaba, por supuesto, la figura marquiana. No en pocas ocasiones enfrentó con su ars polemica a todos sus compañeros juntos y a las llamadas del público. En muchas de las emisiones, don Fer echaba mano de sus recuerdos. No es para nada mala idea la de rescatar de aquellas grabaciones algunas de sus remembranzas y hacer con ellas un libro de memorias.

Un día, en ese programa, Marcos volvió a aparecer casi solo, rodeado de un equipo bisoño. Todos sus compañeros se habían ido a otra estación, a otro programa. Reclamó a antiguos acompañantes que no hubieran tenido la atención de despedirse tanto de él como del público. En esa ocasión dijo que no emprendía con ellos esa nueva aventura porque su avanzada edad y el cansancio ya no se lo permitían. Sin embargo, les deseaba mucha suerte, “porque si alguien la merece, son ellos”. Marcos sabía ya que su travesía se abreviaba, y que cualquier día arribaría al puerto de llegada final.

En 1994, durante el Mundial de Estados Unidos, en un partido más bien intrascendente, Fernando Marcos anunció su retiro de las pantallas televisivas. Nunca más volvió a comentar en televisión, aunque continuó en radio y en El Nacional.

Hace unos pocos años murió su esposa. Cuentan quienes lo alcanzaron a tratar personalmente en sus postreros días que con ella se fue mucho de Fernando Marcos. Éste perdió entonces gran parte de su chispa y de sus mejores ánimos. Había perdido al amor de su vida, aunque todavía sostenía públicas citas con su amante: el futbol. Hoy, éste se ha quedado solo. ®

Notas
* Este texto fue escrito en agosto de 2000, en ocasión de la muerte de Fernando Marcos.
** Falleció en mayo de 2006, a unos días del Campeonato Mundial de Futbol de Alemania.
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Publicado en: El lado oscuro del balón, Junio 2010

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