CUANDO LA IZQUIERDA SE VUELVE DERECHA

Por qué la izquierda debería abrazar al liberalismo

Los antirreformistas en Europa alegan defender los derechos de los más pobres y débiles. Nada más lejos de la verdad. ¿Alguna semejanza con la izquierda mexicana? Lea.

Berlusconi y Bush

La flexibilidad del mercado laboral, la desregularización en la industria de los servicios, las reformas al sistema de pensiones y mayor competencia para el financiamiento a las universidades podrían dañar los intereses de quienes se benefician de relaciones privilegiadas o afiliaciones gremiales, pero podrían abrir oportunidades para los jóvenes y grupos en desventaja. Una verdadera agenda de izquierdas debiera abrazar esas reformas.

Europa está en medio de una acalorada discusión acerca de las ventajas y desventajas de las reformas de mercado y, por ende, de mayor liberalismo económico. Es conocido todo lo que contiene el paquete: competencia, marcos laborales flexibles, liberalización de los servicios, disminución de impuestos y privatizaciones.

El debate suele suceder de la siguiente manera. Estas reformas son políticas “de derecha”. Pueden quizá incrementar la eficiencia —quizás incluso cierto crecimiento económico— pero también tienden a incrementar la inequidad e inciden en el detrimento de los más pobres. Por lo tanto —es aquí donde aparece el argumento “socialmente compasivo”—, hay que tener mucho cuidado al enfocarse en esa dirección. Los gobiernos deben ser en extremo cautos y estar listos para dar marcha atrás en sus planes en cualquier lugar. ¡Cuidado!

Europa está en medio de una acalorada discusión acerca de las ventajas y desventajas de las reformas de mercado y, por ende, de mayor liberalismo económico. Es conocido todo lo que contiene el paquete: competencia, marcos laborales flexibles, liberalización de los servicios, disminución de impuestos y privatizaciones.

Pero mucho de este razonamiento, fundamentalmente, es erróneo. Flexibilidad en el mercado laboral, desregulación de la industria de servicios, reformas al sistema de pensiones y demás no son contrarias a la equidad. Tales reformas desplazan al financiamiento de los contribuyentes hacia los usuarios mismos, y de esa manera eliminan rentas. Tienden a incrementar la productividad con base en recompensar el mérito en vez de la pertenencia a un grupo con privilegios. Tienden también a brindar oportunidades a jóvenes sin experiencia, que carecen de las relaciones o recomendaciones para ser contratados. El perseguir reformas pro-mercado no implica que se tenga que enfrentar una disyuntiva entre eficiencia o justicia social. En este sentido, las reformas a favor del mercado son de izquierda, si es que eso significa reducir los privilegios económicos de los que disfrutan ciertas camarillas.

Para profundizar en algunas de estas ideas publicamos hace un año1 nuestro libro Il liberismo é di siniestra2 (El liberalismo es de izquierda). Este libro fue escrito con Italia en mente, pero muchos de los comentarios se aplican de la misma manera a otros países con reformas rezagadas, sobre todo Francia, uno de los más conspicuos enemigos de esas reformas. Nuestro punto es que las metas que tradicionalmente sostiene la izquierda europea —como la protección a los económicamente débiles y su aversión a la inequidad excesiva y beneficios inmerecidos— debieran llevar a las izquierdas a adoptar políticas a favor del mercado. Lo que había sido la norma desde los sesenta hasta fechas recientes, sobrerregulación de mercados, preservar el status quo, un enorme sector público que no favorece a los más pobres sino a quienes mantienen relaciones de poder y que requiere de una elevada y distorsionada recaudación en la hacienda pública, universidades que regularmente producen mediocridad en nombre del igualitarismo (mientras que los más ricos de todos modos consiguen buena educación), de modo que al final decrece la eficiencia y la justicia al mismo tiempo.

Un buen ejemplo puede encontrarse en el mercado laboral. En Italia, España y Francia, donde el mercado está dividido, los jóvenes hallan empleos con contratos temporales que no ofrecen ni seguridad social ni perspectivas para continuar en ellos. Al expirar el contrato el empleador opta por no renovarlo a fin de no correr el riesgo de convertir a los temporales en empleados permanentes, quienes de facto adquieren el derecho a nunca ser despedidos. Una reforma que elimine esta dualidad al hacer flexible el mercado laboral en su totalidad, con un esquema apropiado de compensación, no sólo reduciría el desempleo, sino, más importante aún, podría favorecer a los realmente pobres y a los jóvenes con su primer trabajo. Esto es un ejemplo de una política pro-mercado que favorece a los pobres.

Si no se sacrifica justicia social por eficiencia en la Europa actual, ¿por qué entonces las reformas parecen tan lentas, o simplemente no llegan, en naciones como Italia y Francia?

O pensemos en el gasto público y consideremos nuevamente el caso italiano. El gobierno ahí hace muy poco por proteger a las familias del riesgo de caer debajo de la línea de pobreza. ¿Por qué? Debido a que Italia gasta mucho en pensiones y muy poco en otros programas de bienestar. Adivine quienes están en contra de reducir el costo de financiar las pensiones al aumentar la edad de retiro: ¡Los sindicatos, apoyados por la izquierda! Al adoptar esta postura, los sindicatos no ayudan a los pobres, tan sólo a sus miembros, que por lo general son viejos trabajadores y otros jubilados. Durante el verano, la amenaza de una huelga general —en la cual sólo los viejos, sindicalizados y otros trabajadores protegidos hubiesen detenido sus labores (no así los jóvenes con contratos temporales y sin seguridad social)— fue suficiente para convencer al gobierno de izquierda para disminuir la edad de retiro de sesenta a 58 años. Esto creará una carga aún mayor para la juventud actual. ¿Cómo puede alguien sostener que estos sindicatos y sus aliados políticos de izquierda, aún representan a los pobres y jóvenes?

Si no se sacrifica justicia social por eficiencia en la Europa actual, ¿por qué entonces las reformas parecen tan lentas, o simplemente no llegan, en naciones como Italia y Francia?

¿A qué se debe que el votante europeo típicamente “compasivo” duda acerca del componente de ayuda hacia los pobres dentro de las reformas de mercado? La respuesta es la común en políticas económicas: los grupos fácticos beneficiarios del status quo imperante “bloquean” esas reformas, a pesar de que los mecanismos varían de país en país. Estos grupos no pueden simplemente negarse a las reformas tan sólo porque dañan sus intereses. Necesitan la retórica de la defensa del débil y el pobre.

Consideremos, por ejemplo, el caso de la aerolínea estatal italiana Alitalia. La compañía lleva perdiendo dinero más de diez años, una fortuna que pagan los contribuyentes. A los pilotos se les paga tanto como en cualquier otro lugar, con la salvedad de que vuelan la mitad de horas. Y un café servido en algún vuelo de Alitalia es el doble de caro que en cualquier otra aerolínea, sin mencionar las de bajo costo. Los sindicatos de la empresa pelean hasta para seguir recibiendo los subsidios y uno lo puede comprender. ¿Pero por qué razón un gobierno de izquierdas debía estar de su lado y seguir tributando a los pobres a fin de transferir recursos a los relativamente bien acomodada tripulación de Alitalia? Al mantener con vida a Alitalia se evita la destrucción creativa [de la que hablaba Schumpeter] en la industria aeronáutica, la cual podría crear más empleos, no menos.

Los reformistas en Europa debieran negarse a ser arrinconados por sus adversarios en la ecuación “más mercado igual a más injusticia”. Es lo opuesto. Aceptar esta ecuación, y tratar de disculparse por ella, ciertamente no es la forma de ganar esta batalla. Si la izquierda europea desean poder decir honestamente que pelean por los miembros más necesitados de nuestra sociedad, deben adoptar como grito de batalla la búsqueda de la competición, reformas y un sistema basado en la meritocracia. ®

Notas

1 Alberto Alesina y Francesco Giavazzi, The Future of Europe, MIT Press, 2006.

2 Il Saggiatore, Milán, 2007.

—Traducción de Óscar Aparicio. Alberto Alesina y Francesco Giavazzi © voxEU.org [http://www.voxeu.org]

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Publicado en: Enero 2011, La derecha

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  1. «Tales reformas desplazan al financiamiento de los contribuyentes hacia los usuarios mismos, y de esa manera eliminan rentas.»

    ¿Y quién garantiza que los servicios se mantendrán en un nivel óptimo si la lógica de mercado será la obtención de mejores ganancias?

    «Tienden a incrementar la productividad con base en recompensar el mérito en vez de la pertenencia a un grupo con privilegios. »

    El mérito laboral está condicionado por el principio de mayores ganancias a través de la externalización de costos. Si se libera completamente el mercado ¿quién legitima o marca qué es un mérito suficiente en el ámbito laboral?

    «Lo que había sido la norma desde los sesenta hasta fechas recientes, sobrerregulación de mercados, preservar el status quo, un enorme sector público que no favorece a los más pobres sino a quienes mantienen relaciones de poder y que requiere de una elevada y distorsionada recaudación en la hacienda pública…»

    Desde los sesentas se inició la desregulación acorde con la sustitución del New Deal y la superación de los problemas originados por el estado benefactor. Por otro lado ¿se trata de considerar las relaciones de poder como un esquema negativo de la organización humana?

    «Una reforma que elimine esta dualidad al hacer flexible el mercado laboral en su totalidad, con un esquema apropiado de compensación, no sólo reduciría el desempleo, sino, más importante aún, podría favorecer a los realmente pobres y a los jóvenes con su primer trabajo.»

    ¿Y quién determina el «esquema apropiado de compensación»? ¿Quién determina que exista un sueldo apropiado si no hay una confrontación de grupos de poder con intereses encontrados? Si se elimina la capacidad de organización de los grupos laborales productivos ¿cómo se combatirá a los grupos poseedores y las estructuras que los protegen y que no son productivas?

    Claro que hay que conseguir una liberación de mercado ¡pero no a costa de la capacidad de conseguir un poder equilibrado y una competencia constante!

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