Es difícil para millones de personas concebir la vida antes del internet, como antes era casi imposible imaginarla sin teléfonos, televisiones o aparatos de fax. Lo que empezó como una tecnología rudimentaria para transmitir datos y preservar archivos militares, hoy es una red inmensa que cubre el planeta y que se amplía día a día (recientemente se informó que, gracias al desarrollo del protocolo IPv6, ya se tiene capacidad para contener un número infinito de direcciones, además de que a través de “la nube”, es decir, los recursos de hardware y software que ofrece internet, una persona puede almacenar y tener disponible su información de forma sencilla desde cualquier lugar del mundo).
Internet mantiene en contacto de manera vertiginosa a millones de personas, a las que educa, informa, desinforma, deforma, vigila, censura, divulga organiza y entretiene. Una cantidad inimaginable de contenidos infinitamente diversos son vistos, leídos y escuchados en todo el mundo de manera cotidiana. En el Norte y en el Sur, en Oriente y en Occidente la vida gira desde hace pocos años en rededor de la tecnología digital, y no hay ámbito de la sociedad que pueda sustraerse a su influjo. Internet es un mundo virtual casi tan vasto como el mundo físico, y por ello es que ha cambiado incluso las relaciones personales.
Como todas las herramientas, a internet se le puede utilizar para bien y para mal. Hay intentos por limitarla y regularla incluso en las democracias liberales y una franca censura en países totalitarios, aunque la red es tan vasta, intrincada y generosa que siempre hay resquicios por los cuales se filtran las palabras, las ideas, las imágenes.
En el ámbito de la cultura y como nunca antes, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (en especial internet) han permitido diseminar generosamente conocimientos, saberes, artes y disciplinas por todo el mundo. Sin embargo, también han sido usadas para la charlatanería, la tergiversación, la falsificación y el plagio.
En un mundo siempre al borde del abismo de las violencias regionales y hasta de una conflagración de mayores proporciones, ¿qué le espera a la tecnología más revolucionaria de las últimas décadas? ¿Qué cambios sociales puede traer? ¿Qué usos le darán los ciudadanos? ¿Podrá ser controlada por los gobiernos de uno y otro signo, así como por las grandes corporaciones? Los derechos de autor —o su mero pretexto—, la pornografía —infantil, sobre todo—, la delincuencia organizada, las insurrecciones y el terrorismo son los temas más urgentes para muchos gobiernos, corporaciones y organismos ciudadanos, preocupaciones que pueden definir en gran parte los rumbos que habrá de tomar internet en los próximos años. Escribe Naief Yehya en el ensayo que publicamos en este dossier: “Toda predicción tecnológica está condenada al ridículo, pero podemos inferir, asumiendo que inevitablemente estaremos equivocados, que las siguientes revoluciones digitales tendrán que ver con interfaces y con dispositivos de control y acceso, la mayoría disueltos en el tejido ambiente de la mediósfera y conectados a intereses corporativos”.
Esperamos, como siempre, sus comentarios y contribuciones a los textos que publicamos en esta ocasión. ®
Errror 404
Lo que aborda el artículo es solo la punta del iceberg de internet.
Hay otro submundo, un sótano que supera por mucho en dimensiones la web convencional por donde navegan las mayorias, donde la posibilidad de regulación de la información y de estándares de seguridad (y/o de control) se ven remotos y lejanos en las profundidades informáticas haciendo que las posibilidades de contenidos, poder e información sean tantos como el de la ilegalidad, el peligro y lo más oscuro de las prácticas (in)humanas.
La diferencia entre lo indexado y lo no indexado, la Deep Web.