Ex votos apocalípticos

Rezamos todos y por todo…

Estos collages funcionan como ex votos apocalípticos, la santidad se torna más humana y por ello mismo más viciosa, más violenta e impulsada por el instinto. La fe reflejada en estos collages es de un sincretismo que conjunta elementos de la religiosidad tradicional y la forma de vida (violenta) contemporánea, en lo que lo real no es parte de la realidad, si no de un reality.

La estética no es tanto invención subjetiva como el descubrimiento de lo nuevo dentro de lo dado, inmanentemente, a través de una reagrupación de sus elementos.
—Susan Buck-Moss [The Origin of Negative Dialectics]

México es un país de 112 millones de habitantes, de los cuales aproximadamente 85% es católico, y no hay arte más fácilmente reconocible para un pueblo tradicionalmente católico que el arte religioso. Las hordas que atiborran las iglesias cada fin de semana han acostumbrado sus ojos a aquellas terribles pinturas y esculturas (casi gore) de Cristos sangrantes, flagelados humillados con corona de espinas, de vírgenes dolientes, desgarradas por la pérdida del hijo amado, de las ánimas benditas del purgatorio, clamando por sus pecados. En buena medida, esos litros de sangre, esos gestos de dolor, esas heridas abiertas, llagas, golpes, autoflagelación (todavía más redención) han forjado un bloque iconográfico que, en su candidez mezclada con tremendismo de nota roja, representa un culto a las imágenes, las cuales poseen la carga religiosa, pero también ideológica de la creencia.

La pesadez de la religión se encuentra con la levedad del culto; un pueblo en guerra contra el narcotráfico, esa guerra que todos vivimos y que solo uno impone, donde el “Ayúdame virgencita” se ha transformado en “Sálvame virgencita”. Todos rezamos, como si para los santos y las vírgenes no hubiera buenos ni malos, ¡total! Les piden favores tanto los unos como los otros, e incluso los malos pueden ser santos; es Malverde el santo narco, con su bigote a la Pedro Infante: en lugar de abrir las palmas y esperar la redención celestial empuña dos escuadras listas para detonar al incauto; es la Santa Muerte, vuelta en el altar como símbolo de que la creencia se basa en la nada. Nada es la muerte, el rostro más sincero al cual mirar y esperar por su perdón.

La fe de un pueblo sirve para construir un cielo mítico, lleno de santos, de vírgenes, de ángeles, seres a quienes voltear, en quienes apoyarse cuando nuestras fuerzas flaquean en estos tiempos tan convulsos.

Este trabajo se encuentra en un punto indeterminado entre la intervención urbana y el street art. Mientras que los artistas que cultivan esta disciplina dependen por regla del aerosol, mi trabajo intenta ser un poco más confrontacional, construyendo anti-altares efímeros cuya contundencia y claridad en el mensaje no den lugar a ambigüedades, utilizando además la apropiación, un concepto que implica un entendimiento de lo ya concebido y una nueva elaboración de lo mismo, es decir, decir lo mismo pero de otra forma. La fusión de los elementos crea el híbrido; en el mismo cosmos integrado conviven propuestas totalmente disímbolas, las cuales el espectador juraría que nunca se integrarían a la perfección.

Estos collages funcionan como ex votos apocalípticos, la santidad se torna más humana y por ello mismo más viciosa, más violenta e impulsada por el instinto. La fe reflejada en estos collages es de un sincretismo que conjunta elementos de la religiosidad tradicional y la forma de vida (violenta) contemporánea, en lo que lo real no es parte de la realidad, si no de un reality. ®

[Parte del texto se utilizó en el catálogo de la exposición Peso y Levedad dentro del marco de Photoespaña 2011]

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