Los niños incómodos, III

Un viaje familiar

De jueves a domingo, ópera prima de la cineasta chilena Dominga Sotomayor, es un viaje familiar donde los niños, Lucía y Manuel, miran a sus progenitores desde el asiento trasero de un Mazda que viaja rumbo a la playa; en realidad es el camino a la despedida, donde todo se simula, hasta la inocencia de sus integrantes.

Cuántas veces, siendo niños, teníamos que viajar en el asiento trasero del coche de nuestros padres. Desde ahí, los que tuvimos la suerte de compartirlo con hermanos, observábamos el mundo con cierta sorpresa. Veíamos a nuestros padres y escuchábamos sus conversaciones en el trayecto rumbo a la playa, mientras simulábamos estar dormidos o distraídos. Desde ese asiento se podía mirar el cielo estrellado hasta que el sueño venciera nuestros párpados. Reír, jugar y también, por qué no, incomodar a los adultos en su aparente vida racional era una afición natural. Otear desde la ventana los paisajes que a veces podían tornarse aburridos era común. El asiento trasero del coche, paradójicamente, nos quedaba chico cuando éramos niños. Y cuando los problemas de los adultos estaban apunto de explotar, amarrarnos en el techo del auto podía ser una forma muy divertida de viajar y así evitar ser testigos de alguna discusión de pareja. De jueves a domingo (Chile-Holanda, 2012), ópera prima de la cineasta chilena Dominga Sotomayor, pone a trabajar la memoria del espectador maduro.

En el mes de febrero de este 2012, cuando ya corría la segunda edición del Festival Internacional de Cine de la Universidad Nacional Autónoma de México (FICUNAM), en el Centro Cultural de esta casa de estudios al sur de la Ciudad de México. Cuando apenas estaban por arrancar las campañas electorales mexicanas. Cuando no había “chavos” del YoSoy132 en las calles y los discursos políticos iban en tonos amorosos aún, mientras el país proseguía, también, con su espiral de violencia exacerbada. La cineasta chilena Dominga Sotomayor se encontraba en México.

El 27 de febrero de este año conversé con ella, en su primera visita a la Ciudad de México, a la que le antecede un viaje a Guanajuato, hace un par de años, al festival Expresión en Corto. Su ópera prima se exhibió en el FICUNAM 2012, el cual se desarrolló del 23 de febrero al 1 de marzo. Hablar de la infancia, para Dominga, es más importante que hablar de política. Los días de asueto en su niñez, que eran de jueves a domingo, fueron más relevantes y significan el inicio de su carrera como cineasta, y las revueltas juveniles chilenas no despertaron en ella mayores observaciones durante la entrevista. “Crecí en un Chile donde nadie se agrupaba”, y añade que no se luchaba por una ideología. De jueves a domingo, por eso y otras cosas, es un filme intimista y auténtico sobre la infancia. “No se trata de hacer películas de niños inocentes, frágiles, que sufren con estas historias familiares, todo lo contrario, son niños que se vuelven más fuertes e incluso a veces son más evolucionados que sus papás”. Señalar, finalmente, que ese largometraje fue incluido, más tarde, en el 32 Foro de la Cineteca Nacional. Aquí las palabras de Dominga Sotomayor.

—¿Cómo se encuentra la escena fílmica en Chile, de tu generación? ¿Ubicas un repunte en la ficción más que en el documental o es igual?

—El cine chileno documental ha sido muy fuerte históricamente porque la realidad chilena era muy conflictiva y muy rica, con la dictadura militar y todo eso; entonces surgió un cine documental muy fuerte. Ahora que ha pasado un tiempo y que se calmó, siento que ha habido un repunte en la ficción, de ficciones que parten de cosas más íntimas, de cines más personales, por lo mismo, porque ya no es gente que tiene que salir a buscar a las calles cosas que están pasando sino que ya lo interesante parecen ser cosas que están más cercanas a los realizadores, pero el cine documental sigue siendo muy interesante en Chile. Sí ha habido un repunte de la ficción, también porque los fondos públicos han apoyado más y porque surgieron dos nuevas escuelas de cine muy importantes.

”En Chile existieron dos carreras audiovisuales en la Universidad Católica y la Universidad de Chile, pero las cerraron con el gobierno militar. Y hace pocos años yo fui de la primera generación de la Universidad Católica. Se reabrieron estas carreras de cine en Chile, en las dos universidades más importantes, y yo siento que han salido nuevas generaciones haciendo un trabajo nuevo muy interesante. Se ha refrescado un poco la cosa.

«Hay gente que me dice que se parece a los paisajes de Rusia en el verano y de alguna forma una historia muy particular que también se va haciendo universal porque es una experiencia que todo mundo tuvo, o casi todo mundo tuvo, de viajar en el asiento de atrás, sentirse como llevado por los papás y que uno no tiene nada que decidir; esta sensación de ser chico y ser llevado por un mundo que te supera y que uno va entendiendo de a poco, que uno se va desilusionando también de a poco, que no era un mundo tan perfecto y que no lo es».

—En esta primera película, ¿qué tanto hay una sensación de orfandad y la necesidad de filmar una historia como ésta, desde la ficción, desde la parte más íntima de esta pareja?

—A mí me interesa esta relación del cine y la memoria. De cierta forma creo que parto de cosas muy sencillas que he tenido cerca y que me interesa capturar, y creo que De jueves a domingo tiene que ver con la infancia, con recuerdos que tengo todavía más o menos cercanos porque todavía no estoy lejos de la infancia. Sentía que tenía que ser ésta mi primera película porque tenía la posibilidad de tener la distancia para mirar una historia pasada, lejana, y al mismo tiempo, una cercanía, como me siento todavía media niña o no muy lejos de cuando tenía diez años.

”Sí, me acuerdo de esos recuerdos y me interesaba capturar esa visión, pero es mucho de la visión de los niños como crítica, desprejuiciada y directa de las cosas. Me parece que los niños tienen una visión muy especial, y no se trata de hacer películas de niños inocentes, frágiles, que sufren con estas historias familiares, todo lo contrario, son niños que se vuelven más fuertes e incluso a veces son más evolucionados que sus papás.

”Me interesa el cine como lo relacionado a eso, a lo que tengo cerca y que uno va construyendo como una historia de Chile que no tiene que ver con la dictadura sino de cómo nos relacionamos, los detalles de los que es la familia chilena. Me interesaba hacer una película que no fuera política, un poco como qué es lo que no se espera tanto de Chile afuera porque no hay gente humilde, no hay poblaciones, no hay problemas políticos, está todo encerrado en un auto que podrías ser en cualquier parte también. Hay gente que me dice que se parece a los paisajes de Rusia en el verano y de alguna forma una historia muy particular que también se va haciendo universal porque es una experiencia que todo mundo tuvo, o casi todo mundo tuvo, de viajar en el asiento de atrás, sentirse como llevado por los papás y que uno no tiene nada que decidir; esta sensación de ser chico y ser llevado por un mundo que te supera y que uno va entendiendo de a poco, que uno se va desilusionando también de a poco, que no era un mundo tan perfecto y que no lo es.

—¿Fue difícil dejar esta parte política, esta memoria de dictadura, para poder contar una historia más particular de una familia dentro de Chile? ¿Cómo intentas salirte de todo esto?

—La verdad es que para mí es una cosa natural. A mí no me surge contar nada de la dictadura, porque no estuve durante ella, porque no tengo una historia muy cercana a la dictadura, he de haber tenido cuatro años cuando terminó. Tengo unas imágenes muy vagas. Nunca he trabajado cosas sobre la dictadura, me parece interesante, pero lo que me surge, que tampoco es una decisión, tampoco es un esfuerzo, es lo que tengo en frente, y lo que he tenido en frente nunca ha sido esa historia política de Chile, más bien una historia, bastante aburrida, apolítica, familiar, extraña.

”Ahora recientemente en Chile está volviendo a tener esta cosa con los estudiantes, como que la gente se está volviendo a agrupar, a tratar de tener un objetivo común, pero después de la dictadura quedó una sensación de miedo y de que nadie hacía nada.

”Yo crecí en un Chile donde nadie se agrupaba ni luchaba por una ideología. Lo que me interesa más son estas relaciones interpersonales. Estas relaciones entre familias. Entre grupos sociales y visto con distancia formal; mis trabajos son bastante formales, como de ponerme en un punto de vista estricto. En este caso en el de los niños, se va generando una sensación como del sentido de la película.

—Hablar de una nueva generación y de una generación ya no tan nueva como la de los padres, refleja un antes y un después en Chile. ¿Intentabas reflejar esos mundos de la infancia y de la paternidad en tu país?

—Nunca pensé en que los padres estuvieran en la dictadura y los niños no. Creo que hay algo de eso, son niños que están expuestos a un mundo más complejo, que avanza rápido, pero nunca lo ligué a algo político, como que nunca partió de ahí el proyecto, aunque sí tenía la sensación de que un poco la niña era la evolución de la mamá y el niño la evolución del papá. Como viajando ella atrás de la mamá y él detrás del papá, había dos mundos, dos generaciones, y cómo ellos pueden llegar a convertirse en los papás o no, me interesaba esa sensación, que podían ser ellos antes. Como que los niños eran la versión más pura de esos papás viajando al frente, cómo llegamos a ser así y cómo estos niños dándose cuenta de este mundo y siendo muy perceptivos.

—Cuéntame sobre el título de la película, ¿en qué momento decides tú que tenga ese título que además es una referencia directa a tu propio nombre?

—Fue casualidad eso. Ahora me molestan mucho con eso de jueves a Dominga, pero la verdad es que fue de las primeras cosas que pensé. El proyecto desde el principio tenía este título. Me imaginaba este viaje muy limitado en días, cada día pasaban distintas cosas. También tengo la sensación de que un viaje de jueves a domingo es uno de esos viajes que tenía uno cuando de chico nos vamos esos días a no sé donde y tengo la sensación de que también es de un jueves a domingo porque ahí está. Ahí termina todo. Es un viaje de jueves a domingo, pero es el último viaje familiar. Entonces también es el último día de la semana y había un corte con este último viaje.

«Casi toda mi energía estaba puesta en los niños, en crear esta especie de guión paralelo para hacerlo llegar a ellos, con esta intención de documentar emociones reales no de unos niños que estuvieran actuando. Por eso elegí a estos niños, porque son niños que me parece que les están pasando muchas cosas de verdad. No me interesaba hacerlos actuar sino ser».

—¿La película la ves como una esperanza o como una decepción?

—Yo siento que hay una esperanza, aunque esta familia se puede desintegrar. Terminan en otro estado al final de la película y la mamá se da cuenta de que quiere estar con alguien que la quiera y la niña se da cuenta de que el papá está más cerca que ella que al comienzo, que eran como los niños y termina generando un vínculo con él. Es un viaje de despedida que los conecta más que en otras circunstancias, quizá. Tengo la sensación de que no sé si es un viaje esperanzador, pero sí es un viaje de crecimiento y de conectarse con lo que realmente ellos quieren para adelante.

”Es una road movie donde lo importante no es el objetivo final, porque es incierto. También es incierto dónde va a terminar esta familia. Es un viaje en el que no saben bien a dónde van, medio improvisado, que tiene que ver con cómo están tratando de sobrellevar una situación en la que tampoco saben a dónde va a llegar este matrimonio. Me parecía interesante cómo es esto de una road movie invertida donde lo importante es lo que va quedando atrás. Esta casa vacía a la que seguramente no van a llegar como antes. Como esta gente que se encuentran en el camino y que seguramente jamás van a volver a ver. Estos espacios donde acampan y seguramente va a quedar vacíos. Me interesaba poner atención en eso que va quedando atrás, porque en realidad en esta historia familiar ya más o menos irrecuperable.

—La sobriedad en esta película surge de los espacios donde filmas o viene desde los mismos personajes. Era necesario llegar a un espacio así para entrar en la atmósfera. ¿Cuál fue el trabajo para transmitir esta parte de ellos?

—A mí me interesaba hacer esta analogía entre esta pareja seca que se va internando en esos paisajes desérticos. Hay un tema con la soledad de los paisajes que también van quedando solos. Siento que el norte tiene esa nostalgia de la soledad. Me interesaba ver cómo esta pareja intenta… tiene esperanza en otro lugar, de seguir avanzando, de que este sitio al que quieren llegar en el desierto que pertenece a ellos puede salvar un poco la situación. Es como si en algo, en una propiedad, hubiera una solución, se van dando cuenta en este recorrido de que la soledad pertenece a ellos, está allá adentro de ese auto, es una incomunicación entre ellos y no hay una solución externa. Me interesaba ir avanzando como si la felicidad estuviese más allá pero en realidad no.

—¿Cuáles eran las características de los niños, Lucía y Manuel?

—Me interesaba trabajar con niños sin ninguna experiencia. Son niños que nunca habían hecho cine. Sacados de su casa llegamos a un rodaje que fue una experiencia muy fuerte para un niño. Lo que hicimos fue que este viaje fuera realmente interesante para ellos. Filmamos todo cronológicamente y fuimos haciendo juegos para llegar a este guión que yo tenía bien escrito, no era improvisado, había que llegar a ciertas cosas muy sintéticas, pero creamos juegos para que estos niños fueran reaccionando a los otros actores, a las situaciones, y no estuvieran actuando; poder lograr una sensación más genuina. Me interesaba el naturalismo, pero es un naturalismo que no viene de la improvisación, es un naturalismo que viene de la síntesis, viene de lo poco que se dice. Casi toda mi energía estaba puesta en los niños, en crear esta especie de guión paralelo para hacerlo llegar a ellos, con esta intención de documentar emociones reales no de unos niños que estuvieran actuando. Por eso elegí a estos niños, porque son niños que me parece que les están pasando muchas cosas de verdad. No me interesaba hacerlos actuar sino ser.

—La tecnología está totalmente ausente, no sé si sea el humor de tu propio país o buscabas contar una historia donde no hubiera niños inquietos con la tecnología, con los videojuegos.

—Yo creo que ahora son distintos. Si en un auto ahora hay una televisión, ya se acabaron este tipo de viajes. Me interesaba, claramente, aunque hay una época indefinida, porque también se habla de un mail, de un celular. Me interesaba crear una sensación de un tiempo que uno no puede entender. Como perder un poco al espectador en qué fecha estamos; no me interesaba el viaje actual, en que los niños andan con el play station o el Nintendo, sino un viaje en el que los niños no supieran qué hacer y que había un encierro. Realmente el tiempo se sentía en estos viajes y Chile es tan largo que era sólo andar en auto del norte al sur. Me interesaba generar esta sensación del viaje eterno y el proceso más que el resultado. Este proceso del viaje mismo. Ese es el viaje, el auto. No la llegada. Y eso para mí se ha teñido de mis recuerdos, de no poder hacer nada.

Me parece que una manera de mirar también el cine es una mirada política, no política en la medida de que hay un discurso político concreto sino que es una visión del mundo. Mi visión, que se acerca a cómo yo escucho y cómo yo veo el mundo y con la intención de que eso genere alguna reflexión en el espectador.

—Lucía, la niña de diez años, representa para ti muchas cosas. Es una niña que está atenta, que está observando; remite, sin duda, a la cineasta.

—Yo creo que hay mucho de ficción y el personaje fue creciendo mucho, pero la base está en mis recuerdos de cómo era observar. Era una observadora de chica, con toda esa mezcla de sensaciones y emociones. Todos estos cambios que tiene a los diez años, de pasar de ser un niño a ser considerado alguien con opinión, alguien que puede estar escuchando lo mismo que los grandes. Me parece que en ella hay una visión bastante crítica y algunas cosas vienen de mí, de mis recuerdos.

—Pasar de una niña observadora a una mujer detrás de la cámara…

—Me parece que una manera de mirar también el cine es una mirada política, no política en la medida de que hay un discurso político concreto sino que es una visión del mundo. Mi visión, que se acerca a cómo yo escucho y cómo yo veo el mundo y con la intención de que eso genere alguna reflexión en el espectador. No es una cosa ombliguista de que yo quiera expresar cómo siento, pues tiene la ilusión de que esta manera de filmar… de que sí se puede generar un cambio, si no uno no haría cine, como que sí se puede conectar desde otros puntos al espectador y generar momentos de reflexión, que es lo que me interesa. Por ejemplo, cómo observar a esta familia tan de cerca desde el encierro del auto y después distanciarnos. Al final para mí queda una sensación de la insignificancia que tiene lo cotidiano, y todo mi trabajo gira en torno a eso. A estar muy cerca de situaciones familiares, muy naturalistas, por decirlo así, pero vistas con cierta distancia formal que para mí tiene que ver con una reflexión acerca de dónde nos paramos y cómo si nos paramos desde lejos qué tan importantes y qué tan absurdos son nuestros problemas cotidianos si uno ve lo global del mundo.

”En ese sentido, me interesa la visión de los niños. Son conscientes de que la tierra es redonda, de que sus papás se están separando y uno cree que está flotando en una tierra enorme. Yo me acordaba que era como una hormiga… Yo era una hormiga y era raro el ser tan insignificante y estar viviendo eso. Esa distancia a uno lo hace reflexionar acerca de la manera en que uno está viviendo y tratar de vivir día a día y además conscientemente.

—Deslumbra de alguna manera el voltear a ver el mundo de los niños a la distancia…

—Mirándolo a la distancia, hacia atrás, me doy cuenta de que teníamos una conciencia absoluta del mundo y que uno va perdiendo también. Me interesan mucho los niños, por esa mirada, esa conexión con cosas más fundamentales y que uno tiende a olvidarse con la educación, con la rutina cuando uno crece. Ya empieza a vivir como en una tierra más plana, más concreta y más fácil, donde los miedos pasan a un segundo plano.

—¿Dónde surge la historia de De jueves a domingo?

—La historia surge, particularmente, de dos fotos que encontré de unos viajes familiares; una es viajando arriba en el techo de un auto y hay esta imagen bipolar, un poco el peligro y al mismo tiempo está lo alucinante que era siendo niño estar ahí, como lo entretenido y lo peligroso al mismo tiempo, y estos dos viajes dentro de un mismo viaje de los niños arriba libres y los papás abajo clausurados con el calor y la discusión adentro. De ahí surge la ficción, de esa imagen de los niños en el techo y los papás adentro y de ahí construyendo hacia los lados toda la ficción.

”El rodaje fue de cinco semanas. Filmamos veinticinco días, sólo de lunes a viernes y con un horario muy reducido por los niños. Todo entre Santiago y Punta de Choros. Me interesaba que fuera un viaje posible, un viaje de jueves a domingo hacia el norte, no llegar a ese desierto increíble que hay más arriba, porque nadie llega en cuatro días hasta allá. Lucía, la niña, no tenía idea de qué se trataba la película. Entonces trabajábamos, día a día, y eso se siente en la película, ella fue entendiendo cosas como persona a la vez que como personaje y tomando una profundidad, dándose cuenta de que esta película se trataba de algo, más o menos triste, y como que ella se fue conectando con esta experiencia del día a día.

—Descubres algo, a partir de filmar esta historia…

—Me llama la atención algo que tenía como cierta intuición, pero no la seguridad que es cómo estamos todos conectados, en distintos lugares y con ciertas sensaciones. Esta película aparte de imágenes que para mí eran demasiado particulares y como con una idea del asiento de atrás de un auto sucio que se va transformando, todo eso para mí era muy personal, y finalmente se acercan personas de todo el mundo para decirme que se sintieron niños de nuevo, que se conectaron con sus viajes de infancia, que los paisajes eran como los viajes de su infancia. Todos estamos conectados, siento que entre más particular algo puede ser más universal, y aunque hayan sido recuerdos de mi infancia es bonito saber que la gente se conecta con sus propios viajes. ®

Cortometrajes de Dominga Sotomayor
De jueves a domingo (2012) Trailer
Videojuego (2010)
Debajo (2007)
La montaña (2008)
Cessna (2005)

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Publicado en: Agosto 2012, Cine

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